
Era martes y yo me aventuraba ilusionado, contra todo pronóstico, a asistir a mi segundo día de clases del entrante segundo cuatrimestre en la Facultad de Ciencias de la Información.
Ilusionado quizás sea una palabra demasiado positiva. Simplemente, venía con una buena dinámica de buenas notas y trabajo que, después de haber desfogado el fin de semana anterior, me apetecía recuperar.
Es entonces cuando, a la llegada de mi siempre justo de tiempo camino a la universidad, me
encontré con más lecheras de la policía que a las puertas del Bernabéu en un día de derbi y más cola que para pedir una copa en la Temporá en Tarde Buena.
Viene Ayuso. Es verdad. Se me había olvidado. No pasa nada. Hago uso de un poquito de
picardía para pasar rápidamente uno de los controles policiales y me planto el tercero de la cola de docenas de personas. No me dejan entrar.

Me dicen que es porque no tengo el carnet físico, pero al estar la App de la UCM colapsada y
enseñar el campus virtual, el horario (con nombre, apellidos, DNI y Facultad) con mi DNI físico, me dio la sensación que la razón de no dejarme entrar cuando estaba claro que estudiaba en esa Facultad, fue porque al puerta no le gustaba mi peinado o las zapatillas que llevaba no le cuadraban en su garito.
Fuera como fuese no entré. Pero Dancausa y sus cachorros de nuevas generaciones tuvieron su papel – y su sitio en el escenario que era Ciencias de la Información, Facultad en la que no
estudiaban – de aquel teatro ponzoñoso en el que se emulaba una guerra civil entre buenos y
malos o malos y buenos.
Sacaron los tanques rusos mis colegas de clase y, comandados por la teniente Eli, gritaron eso de “fuera fascistas, de la universidad”. No tardaron en responder los ayusistas al grito de
“libertad” o “presidenta”.
Formaron así ambos bandos un espectáculo bochornoso que avalaban algunos profesores y
sustentado por el Rector de la UCM y el director de campaña de la presidenta madrileña, Miguel Ángel Rodríguez. Todos tuvieron lo que quisieron: el Rector su nombramiento, M.A.R su trifulca mediática y los grupos extremistas su respuesta heroica contra el “fascismo”, y a su heroína, la teniente Eli.
Teniente a la que, si su madre le dio criterio para defender sus ideales, lo que no le dieron era esa cosa en la que Rafa y Raquel, padres de este humilde proyecto de periodista, sí le machacaron una y otra vez, la de respetar las ideas de los distintos, toda idea bien razonada claro está.
Razonamiento era justo lo que les faltaba a Eli y sus archienemigos, abanderados de una idea sin justificación animando a sus afines como el que va a un Barca-Madrid.

Más tarde, Dancausa alentó a los suyos en Twitter con una foto de su hito contrarrevolucionario y la frase “Y lo bien que lo pasamos”. Es lo que tiene la política, que para que unos se diviertan, como el presidente de Nuevas Generaciones del PP en Madrid y sus colegas, otros se tienen que joder y no ir a clase.
Local vs general
A diferencia de esto, tenemos la política de pueblo. En esa en la que tu cuñado es tu contrincante en las urnas y las ideas se debaten tomando una cerveza en la plaza del pueblo.
Sí que es cierto que, como escribí hace algunos meses en esta casa, la política local es la más
difícil de todas, pero también puede que sea la más sosegada.
Si bien no he asistido a ningún pleno del Ayuntamiento desde aquel que organizaban los colegios en quinto de primaria y que creo que se llamaba ‘Pleno infantil’, no me imagino a la oposición acusando a Llamas de líder norcoreano y a este último cachondeándose de que sus contrincantes políticos les falta candidato a poco del 28M.
Creo que, en mi instituto, el Emilio Canalejo, del que yo diría que también gozaba de una mayoría progresista, había más moderación y, sobre todo, espacio al diálogo entre chavales que no teníamos edad para beber y fumar que en mi facultad ese trágico martes entre chavales que casi no tienen edad para seguir estudiando.
Por algo me gusta la política de pueblo, que no municipal. Así que, cada vez que el cinismo de la capital nos supere, siempre nos quedará la política de pueblo.
