Ser maestro, ya tiene mérito, y serlo bueno, roza la excelencia

La diferencia entre ser maestro y ser un buen maestro, posiblemente radica en el tiempo, en la experiencia, en las variables que inciden sobre él…en el conocimiento, en el creer, querer, saber y poder, como el buen vino, el buen médico, el buen fontanero…o el buen agricultor, entre tanto y tantos.

Por ello, aquella persona que ha dedicado su vida a una labor, sea la que sea, pasa a ser “más mayor, pero no por ello más viejo”. Pasa a “ser más antiguo, no por ello más viejo”, entendiendo el ser viejo, con algo inservible, pero como dice un dicho de uso público “se es más mayor, pero no por ello, más tonto”. Muchas veces el ser mayor implica mayor sabiduría, prudencia y paciencia, aunque no siempre.

Desgraciadamente, una gran parte de la sociedad, considera que el acumular más años es sinónimo de ignorancia, cuando la realidad demuestra que el acumular algunos años más, no es cúmulo de ignorancia, sino de sabiduría. Se puede saber más siendo joven y con los medios actuales; si le añadimos la experiencia, posiblemente consigamos un “vino exquisito”.

Plantear la idea de que lo nuevo es lo que sirve y lo más antiguo lo desechable, posiblemente estamos entrando en un debate, cuanto menos, atrevido y osado, aunque desde siempre se ha dicho que “la ignorancia es muy osada” y no por ello más sabia que el saber del que acumula años en su vida.

Utilizo la expresión “acumular años en tu vida” porque la vida pasa, y, sin querer, se suma un año a otro y eso es algo con lo que es bueno saber convivir. Acumular más años no es sinónimo de restar, sino de añadir. Añadir, experiencia, sabiduría, disponer de un mayor conocimiento, de un mayor control emocional, de valores y de habilidades sociales, para desarrollar cada día con el equilibrio necesario, para aceptar la acumulación de años como una realidad y no como una desgracia.

Saber poner vida a los años es sin duda la clave de saber convivir con los años, desde el saber estar, siempre que las condiciones psicológicas y mentales, lo permitan, base del quehacer diario.

Por ello, me gusta siempre poner, a modo de chascarrillo, que “hay relojes antiguos que funcionan perfectamente bien y posiblemente con buenos materiales, y relojes que llevan “tres días” y no dan “pie con bola”.

Por tanto, la cuestión no está en la antigüedad, sino en el haber puesto más vida a los años. Las nuevas tecnologías unidas a las buenas prácticas sería la combinación perfecta para que este proceso sea garantía de éxito. Igualmente podemos disfrutar de la juventud, unida a la competencia, de modo que hay jóvenes que destacan por sus capacidades, destrezas y conocimientos precozmente.

Así ocurre en la escuela y en muchos ámbitos de la vida. Por ello, es bueno y necesario, tener
presente algunas indicaciones para diferenciar el ser “maestro”, que ya tiene mérito, con el ser un “buen maestro”, que ya roza la excelencia, a sabiendas que no siempre el ser mayor, sea garantía de calidad y excelencia, ni el ser joven sea garantía de esa calidad y excelencia.

Cuando terminas una carrera, una formación determinada, tienes una titulación. Cuando empiezas a caminar, observas que la psicología, pedagogía y didáctica que me enseñaron, son de manual, pero, la realidad de la escuela, del día a día, es otra y muy diferente. Por ello es muy interesante aprender de cada día e ir anotando aquellas esencias que van encaminadas a ser garantía de éxito y que sólo el contacto con alumnado, profesorado, equipos directivos, familias e instituciones, son las que me irán marcando el camino a seguir.

Depende de mi actitud y de saber combinar estos elementos, para poder ser un elemento válido en este proceso. En definitiva, ser un buen maestro, capaz de llegar al corazón de las personas y emocionarlas, para que, desde aquí, sea desde donde podemos enseñar y educar.

Ser un buen maestro implica saber gestionar la clase, crear un clima que te permita actuar,
para obtener el mayor rendimiento de cada uno, para crear situaciones favorables que contribuyan a hacer del espacio, un lugar donde se pueda enseñar desde el respeto, la convivencia, la atención, el trabajo, delimitando muy bien los tiempos de trabajo y de ocio, no gritando y haciendo silencios…

Podemos hacer todo lo contrario y por ello el estilo para gestionar una clase, hace tener buenos maestros o no y no ser un buen maestro puede ser un factor de riesgo, que no controla, no motiva, no conecta y puede ser un generador de conflictividad, que no necesariamente nace del alumnado sino de la actitud, a veces, del propio profesorado.

Planificar, no sólo contenidos sino actitudes, controlar, motivar, conectar, escuchar, entusiasmar, corregir, decir no, respetar, negociar, advertir, comprometer, poner límites, sancionar, exigir…son en definitivas actividades de gestión, a veces se dan de forma intuitiva y otras se aprenden, pero para aprenderlas hay que partir de comenzar reconociendo que sé poco, o no sé nada y de este modo, tener una actitud receptiva ante cualquier indicación, sugerencia o propuesta.

Todo esto lo incorporamos a nuestra formación, que nos dieron, y a la formación permanente, que siempre debemos tener. Una actitud de prepotencia es garantía de fracaso.

Queda claro que:

  • el que no actúa, permite,
  • el que no rectifica, se equivoca
  • el que no rediseña sus actuaciones en función del grupo y sus variables, se equivoca porque en cada espacio se necesita de unos parámetros distintos
  • el maestro que no domina, se lo comen
  • el que exige lo que no tiene, está evocado al fracaso; el que manda, envía a hacer y no hace, no tiene garantía alguna de éxito
  • el que deja todo a la improvisación va encaminado a tener problemas; el que no respeta la diversidad y actúa con los medios adecuados, está asegurando el fracaso; el que impone sin explicar, lo lleva crudo
  • el que no tolera las opiniones y quiere hacer a todos a imagen y semejanza, lo tiene muy difícil, el que no trasmite y contagia porque no vive los que expone, lo lleva mal
  • el que no emociona, difícilmente va a enseñar; el que vive de la escuela y no para la escuela, será un frustrado
  • el que considere la escuela como un funcionariado y no una vocación, se quejará de todo y de todos, además de contribuir a su propio desequilibrio personal, que seguro afectará al grupo y al propio centro.

Queda igualmente claro que una buena salud física y mental, un buen estado de ánimo, un grado máximo de implicación en esta tarea, un buen enfoque pedagógico, una metodología que enganche, un banco de recursos y estrategias, posee la características adecuadas para intervenir en el alumnado, motivando y controlando, en sus tareas, adaptando los contenidos o modificando las estrategias en la metodología, o sobre sí mismo, reflexionando sobre el nivel de implicación, calculando esfuerzos y automotivándose, contribuye al éxito y al equilibrio antes mencionado.

También queda claro que el maestro debe saber persuadir, influir, acrecentar la autoestima del alumnado, motivarlos, reconocer siempre lo bueno que tiene y magnificarlo, sobre lo menos bueno, controlar el rol de cada uno, su situación psicológica e incluso física, manteniendo un contacto permanente con las familias.

Por último, queda claro que el maestro puede ser un punto de encuentro o de encontronazo y para ello es necesario trabajar el nivel emocional, las actitudes y las relaciones. Igualmente, el clima del aula, de la escuela, los amigos, el barrio, ya que son grandes agentes del condicionamiento social.

Por tanto y para terminar, el equilibrio es la base del quehacer diario en la escuela combinando:

  • el estar centrado en mi estabilidad, evitando que las cosas me afecten
  • en saber ofrecer un currículo asequible, interesante y útil y tener como objetivo el alumnado, sin llegar al amiguismo,
  • “entrando con el “puño cerrado “y abriéndolo cuando las circunstancias me lo permitan y dependiendo de quiénes, no vaya a ser que por querer ser “guay”, no pueda cerrar la mano, en caso de necesidad.

Ni por el mar corren las liebres, ni por el monte las sardinas” Ser “maestro”, no es igual que ser un ”buen maestro”. A ser maestro se aprende. No es un juego, aunque aprendan jugando. Ser maestro es un arte. ¡El que la lleva, la entiende!

Paco Llopis Maestro

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Un comentario en «Ser maestro, ya tiene mérito, y serlo bueno, roza la excelencia»

  1. Un auténtico manual del ser maestro, ideal para las nuevas generaciones de maestros y también para los padres de alumnos y ellos mismos, felicito de todo corazón al maestro Paco Llopis por este escrito tan personal como actual y de gran valor para toda la noble profesión de la enseñanza. Desde aquí un gran saludo y gracias por lo que has aportado, por lo menos a mi para tomar conciencia de lo que es ser maestro y en añadidura, un buen maestro . Enrique Jimenez .

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