Llevábamos vendiendo la democracia 30 años

La democracia. Ese utópico, lógico y moral sistema que quisimos los españoles tras la muerte de la tiranía y la represión. Era de cajón, ¿dónde tiene que residir el poder?, en el pueblo, en el conjunto de los españoles. Así se fraguó el ahora llamado régimen del 78. Ese que otorgaba la libertad a todos y cada uno de los ciudadanos bajo el manto de nuestra Carta Magna. Ponía en pie un Estado sustentado por la división de poderes, la igualdad de los españoles —exceptuando al inviolable rey de España— y la indisoluble unidad del país.

Y eso quedó ahí, como alter ego de nuestra política y guía del buen gobernante para las instituciones. Y nunca se pensó que un partido, ni mucho menos una persona, podía estar por encima de ella. Sin embargo, con el tiempo, se normalizó eso de tener una Constitución a la que mirar de lejos y rodear si en un momento dado si era necesario. Porque no iba a pasar nada por nombrar a un exministro de tu propio Ejecutivo como Fiscal General del Estado, algo que hizo allá por el 86 ese presidente ahora tan de moda para la derecha y al que se le acusó de Felipismo, de instalarse en todas las ramas del poder.

Ese de los GAL, del terrorismo de Estado, ese de los primeros grandes escándalos de corrupción, de los primeros pactos con el separatismo. Pero claro, también el de la modernización, los grandes eventos como el mundial o la Expo y la buena herencia política —que no económica—. Y fue entonces, en momentos truculentos y difíciles, cuando comenzó el desgaste democrático, menos de una década después de su instauración.

Porque hay dos maneras de acabar con una democracia. La primera, por todos conocida, es a tiros. Estruendosa pero efectiva. La segunda, menos palpable, es esa democracia que cae por desgaste de los pequeños actos inmorales que sucesivamente se justifican como un mal menor y señalando de alarmista al que avisa del daño correspondiente al sistema.

Y, en este país, aunque se ha intentado de ambas formas, ha surgido efecto la segunda. Esa en la que ni los propios brazos ejecutores se daban cuenta de lo que podría ocurrir en un futuro en el que sus sucesores subiesen su propia apuesta.

Y claro, la subieron, porque al pacto de Felipe con Pujol sucedió el Pacto del Majestic, entre Aznar y Pujol; al exministro felipista nombrado FGE le siguió la ministra sanchista nombrada FGE o los repartos de sillones del Poder Judicial entre PP y PSOE; a los grandes escándalos de corrupción del Ejecutivo de Felipe sucedieron los del Gobierno de Rajoy, a las mentiras por las
armas de destrucción masiva en Irak o el secretismo del PP investigando el 11M, le relevaron los constantes “cambios de opinión” de Sánchez y su negativa más rotunda a la amnistía hasta que le hizo falta defenderla para volver a gobernar.

Todos estos, y muchos más, que ahora se consideran hijos de la Constitución y que la defienden a capa y espada, plantaron la semilla. A cada corruptela sin denunciar, a cada indulto moralmente reprochable, a cada viraje de ideología sin justificación real a los votantes, a cada pacto con extremistas en Gobierno estatal y autonomías que incluían medidas sabidas desfavorables para el interés común. A cada injusticia permitida por tal de conseguir el poder, se estaba vendiendo la democracia.

¡Ay Felipe! Criaste cuervos que sacarán los ojos al régimen del 78. Resulta que llevábamos 30 años vendiendo la democracia y ahora nos damos cuenta.

Amnistía local

Pero ojo, que hay que entender que la amnistía no sólo se juega a nivel nacional que, en el plano local, el de los afiliados socialistas, también se asienta la batalla. Tanto es así que los afiliados más cercanos a la estructura del PSOE habrán votado lo que la estructura diga.

Es decir, que sí, que aceptan el maravilloso pacto con Sumar y compañía —creo que la pregunta era algo así—. Y, en esas, Federico salió a rueda de prensa explicando que, tan solo unos días antes de que Sánchez saliese a apoyar la amnistía a todos los implicados en el 1 de octubre, Llamas aseguró en Pleno municipal que había hablado con Ferraz y le habían asegurado que no habría amnistía.

“Los montillanos merecen saber cuál es la posición de su alcalde, quiero saber si se ha dado cuenta de que Ferraz le ha mentido (…) o si lo sabía y es él el quien nos ha mentido a nosotros”, dijo el portavoz ‘popular’.

De momento, no hay respuesta del alcalde de la chaqueta de pana con imagen de socialista antiguo y moderado. Ruge uno de esos silencios políticos que delatan más de lo que callan.

Paco Cobos Periodista

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2 comentarios en «Llevábamos vendiendo la democracia 30 años»

  1. La Democracia la está rompiendo un traidor que para seguir engañando a sus votantes corderitos le han votado para que continúe una temporada más y para eso, se ha rebajado a los criminales y asesinos de ETA, a los independentista catalanes mugre de España, a los prófugos, desertores y ladrones, a una facha comunista, a la reata de vividores sin oficio ni beneficio y por último ha comprado a los de toga y capa.
    En resumidas cuentas hay que tirarse a la calle y a por ellos no lo queremos ni en el corral.

  2. Qué buen repaso has dado Paco, magnífico repaso.

    Respecto a nuestro alcalde, ese de la chaqueta de pana, no esperes una respuesta pero algo de vergüenza le debería dar el hecho de que un puñado de afiliados de su partido decidan una amnistía y una desigualdad entre comunidades, que no comparte España como se viene demostrando con los cientos y cientos de miles de ciudadanos de todas las provincias españolas en las puertas de las sedes socialistas.
    Mejor le preguntas qué respondió en ese mini referéndum que le ha organizado su jefe porque él estará afiliado ¿no?
    No creo que se le caiga la cara de vergüenza pero todo puede ser.

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