Se define la agresividad como el comportamiento de un sujeto por el que tiende a actuar de forma violenta. Dicho así a ustedes no le aporta nada ¿verdad? Pero llevemos esta definición a un supuesto concreto.

Por avatares del destino el pasado martes por la noche me vi abocado a estar presente en el partido de futbol que disputaba en Montilla contra un equipo de Fernán Núñez. Se jugaba la vuelta de la semifinal de un campeonato, ya me perdonaran el desconocimiento, estoy muy desconectado de los deportes últimamente.

El caso es que no recuerdo una situación más agresiva que la que pude ver en ese partido. Aficiones increpándose mutuamente, jugadores gritando al árbitro, entrenadores discutiendo con aficionados de la grada que a su vez insultaban a estos de forma recíproca, en definitiva, un sindiós.

Irremediablemente esto me llevo a reflexionar, no sólo por lo vivido en el campo, también las noticias que día tras día podemos ver en los medios de comunicación. Guerras, tiroteos, altercados violentos, son el pan nuestro de cada día.

Me he preguntado si tendrá algo que ver la situación política y económica que vive el país. Este escenario creo que, poco a poco, nos está llevando a una situación en la que parte de la sociedad siente que se están perdiendo las normas que regulan la convivencia, aunque sea de forma figurada.

La teoría de la anomia, determina que hay una falta de normas que llevan a los individuos, o a una sociedad en su conjunto, a que su comportamiento no se desarrollen por lo que la sociedad entiende como correcto.

Émile Durkheim fue el primer autor que utilizó el concepto de anomia, si bien, el desarrollo que hizo Merton en los años 60 del siglo pasado puede ser más interesante para lo que quiero explicar.

De este modo, Merton define la anomia como el producto de la fragmentación de la estructura cultural de la sociedad. El trasiego que conllevan los cambios sociales y/o económicos llevan a que el individuo se cree expectativas, que no siempre pueden ser conseguidas, por lo que se desarrolla una frustración que origina el comportamiento antisocial. También puede suceder que no se quiera perder un cierto estatus social que se ha adquirido y que se defienda con uñas y dientes.

En definitiva, el hecho de que continuamente los medios de comunicación, y las redes sociales, nos estén bombardeando con noticias que no ayudan a que haya una estabilidad social, está llevando a que podamos pensar que el sistema se cae e irremediablemente acudamos al “sálvese quien pueda”, lo que irremediablemente lleva a conductas antisociales que pueden ser agresivas.

Jose Salvador Lao López
Asesor criminólogo

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