Son las 7 en punto de la mañana de este martes 26 de septiembre cuando Juan se despierta al son de los pitidos de la cadena SER. Así lleva incontables años, o por lo menos a él se lo
parecen, en los que se levanta a trabajar mecido por la voz de Angels Barceló.

El tema con el que la catalana abre el micrófono era un secreto a voces: es el primer día del debate de la investidura fallida de un Feijóo sin avales parlamentarios, pero reforzado por un clamor ‘popular’ en contra de la amnistía en la que el propio Juan, sin tener nada que ver con el PP o, más bien, teniendo mucho en contra de ellos, había estado.

Todo había empezado durante la noche del sábado, en la Fiesta del Vino y la Tapa. Había
quedado con su cuñado Manuel, que ese sí que es muy del PP. Y, mientras maridaban un Fino Gran Barquero con una tapita de queso, Manuel se había puesto erre que erre con lo de la amnistía, los indultos y el referéndum.

Juan no es mucho de hacerle caso a su cuñado, al cual lleva 20 años escuchándole que su
partido es la alternativa… Bla Bla… que si los ERE — callando, por su puesto, la trama Gürtel
—… Bla Bla… que si los milagros económicos del PP… Bla, Bla, Bla.

En fin, que nunca le había hecho caso porque lo veía como un acérrimo defensor de su partido, un hooligan electoral en definitiva. Juan, por su parte, había sido más crítico con su voto. Tenía la certeza de haber hecho autocrítica, aunque al final hubiese escogido, casi siempre, la misma papeleta.

Sin embargo, es cierto que hace un par de meses que escucha más a su cuñado. No porque se esté volviendo del PP, es que ya no es tan del PSOE. O sí lo es, pero no de sus concesiones.
Juan está de acuerdo con la gestión de Sánchez en su mayoría, salvando algunas que otras leyes de las que prefiere no hablar.

Está a favor de la reforma laboral, de la renovación del Tribunal Constitucional — que ya era hora —, de la excepción ibérica… Esas medidas, las de progreso según piensa, son las que le habían convencido para volver a votar a Sánchez. Eso y que la alternativa del gallego con la extrema derecha no le gustaba ni un pelo.

Así, entramados en una conversación en la que Juan escuchaba más que hablaba y en la que ya se había pasado por el Viñaverde y Finca La Cañada con su tapita de gambas correspondiente, recordaba Juan lo claro que tenía el 23 de julio que Sánchez no iba a ceder ni amnistía ni referéndum, pero que ahora ya se estaba empezando a suavizar la cosa porque, dicen, la están preparando.

Manuel, a la hora de pedir el Oloroso Tauromaquia y la carne, que por cierto estaba exquisito, ya se había lanzado, al ver a su cuñado más receptivo que otras veces, a preguntarle si le quería acompañar a Madrid a la manifestación contra la amnistía que organizaba el Partido Popular al día siguiente.

Con el ambiente, el buen rato, la música en directo y una copa de Fresquito de Tinaja, porque ya le apetecía un vino suave pero lleno de sabor, Juan acabó sucumbiendo al pensar que, ya que iba a Madrid, podía comer con su hija que estudia allí.

Así apareció Juan, todavía pensando en el buen rato que echaron en la Fiesta del Vino y la Tapa, en la plaza del Wizink Center, acompañado de unas 50.000 personas, escuchando un mitin del PP. Apoyando, fuera de las consignas partidistas de los dirigentes ‘populares’, el discurso racional que explicaba la imprudencia que era conceder la amnistía, legitimando así un delito de rebelión.

Hoy Juan, recién levantado y se ha dispuesto a ver la sesión de investidura sin saber a quien apoyar. No quiere que gobierne Feijóo, sobre todo si es apoyado por Vox, en eso no ha cambiado. Más aún teniendo en cuenta que la investidura es, simple y llanamente, una pérdida de tiempo y un mitin político en sede parlamentaria. Sin embargo, desearía revertir su voto, sin saber muy bien a quién, para que Sánchez no necesite recurrir a amnistías o referéndums, o para que Feijóo gobernara en solitario como una suerte de mal mayor.

Paco Cobos Periodista

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