Soy contradictorio y, por lo tanto, humano

Me gustaría decir que escribo de la misma forma que pienso. Serio. Sentado en una silla de estudio, en silencio y discurriendo conmigo mismo cada palabra que tecleo. Sin embargo, escribo donde buenamente me pille el acordarme de que es sábado por la tarde y que todavía no he escrito mi columna semanal. Como ahora. Que ese pensamiento me ha cogido a dos palmos de la Calle Larios, entre recargas de fino, seven up e hielos.

Me gusta escribir sobre antros de mala muerte en los que apurar la última copa. Esos de luces tiritantes y suelos pegajosos en los que la ginebra está a mitad de precio si llegas en la happy hour. Sobre recetas escritas por el demonio que pervierten la visión de los hombres.

Sin embargo, todavía aferro a mi muñeca el rosario que nos regalaron en la JMJ. Y eso que ni si quiera sé rezar un rosario. Nunca me llamó la atención. Soy más expresar mi fe hablando con Dios. Pero ahí lo tengo, como resorte significativo de mi encuentro con la fe y recuerdo de un viaje reflexivo.

Me gusta escribir sobre libretas a las que ya se le vuelan las hojas con bolis BIC algo gastados, pero no doy el visto bueno a mis artículos hasta verlos escritos en el Mac que no hace mucho me regalaron o, hasta que, si bien recuerdo lo de escribir en la calle, me conformo con verlos en la pantalla de un IPhone sin batería y mandarlos en un mensaje de Whats App.

Me apunto sin ni siquiera pensarlo a un plan de playa, pero disfrutar lo que se dice disfrutar, solo lo hago en el chiringuito cuando descanso de la arena y el sofocante sol que a la gente le gusta tomar. Yo soy más de tomar una cerveza, y a la sombra.

Soy un inexperto entendido del amor, al que me gusta examinar de lejos, fascinado de sus efectos pero con miedo a sufrirlos. Soy aquel que quiere vivir todo tipo de experiencias, pero que no se moja cuando le dicen si ha probado el gin tónic sin alcohol.

Soy el de la nota sin estudio o el estudio sin la nota. El que por hacer las cosas bien le salen mal y que cuando improvisa, que es casi siempre, algo o alguien le salva para darle una octava vida en el momento más inesperado.

El de la soledad sociable. El de la confianza sin demasiadas palabras y la desconfianza sin silencios. No sé muy bien quién soy pero sé lo que hago y a dónde me dirijo. Solo tengo claro que dudo de todo y hasta de tenerlo claro me lo pienso, vaya a ser que se me haya pasado dudar de si lo tengo claro.

En la política me pasa lo mismo. Para algunos soy un facha y para otros un rojo. No sé si soy un rojo de derechas o un facha de izquierdas. Yo solo sé dos cosas: que soy contradictorio y, por lo tanto humano; y que, por ser alguien, soy Paco Cobos.

Paco Cobos Periodista

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