Existe una gran variedad de productos cosméticos, con diferentes funciones, sean estéticas o para la salud-higiene de la piel, el cabello, uñas, etcétera, y presentados como cremas, lociones, leches, pomadas, geles, polvos o esmaltes.
La Dirección General de Consumo destaca que, a la hora de adquirir un cosmético, entre los aspectos fundamentales se encuentra la información que recibimos. La más importante es la que contiene el etiquetado, de manera que la persona usuaria puede obtener una información completa mediante la que se identifica el producto, su función y los ingredientes que contiene, así como donde se describe el modo de empleo o las precauciones o advertencias.
La etiqueta se erige como una garantía de seguridad del producto. En caso de no entender algún aspecto del etiquetado, debemos consultar al personal especializado del establecimiento.
Asimismo, en base a esta información, hay que estar especialmente vigilantes si se padece de algún tipo de alergia o irritación respecto a algún producto determinado. Normalmente, son los perfumes y conservantes contenidos en los cosméticos los causantes de las reacciones. De este modo, si se padeciera alguna alergia o antecedente, debe desconfiarse del término ‘hipoalergénico’ y revisar con detalle los componentes del producto.
Es importante también comparar precios entre diferentes establecimientos o webs, los cuales deben ser de confianza. Nunca se deben adquirir productos cosméticos, por ejemplo, de la venta ambulante, o de páginas web no seguras.
Consumo recuerda la importancia de exigir y conservar la factura o tique de compra, esencial para posibles reclamaciones o, en su caso, devoluciones.
Los establecimientos están obligados a disponer (y publicitar) de la Hoja de Quejas y Reclamaciones a disposición de la persona consumidora que lo solicite.
Por último, se recomienda acudir a un establecimiento que esté adherido al Sistema Arbitral de Consumo, una garantía adicional para las personas consumidoras y usuarias.