
La sociedad del fútbol es una sociedad dirigida por los vaivenes de La Liga. Por los menesteres de la Champions. Gane quien gane y pierda quien pierda, al final, siempre pierden unos y otros ganan. Algunos empatan en sinvergonzonería, pero no son los protagonistas, ni los vencedores, ni los perdedores. Más bien los perduradores del Parlamento. Los que siguen en las mismas, en las purezas patrias de los que no ganan ni pierden, pero que justifican su presencia en los sondeos.
En la sociedad del fútbol las cosas son así. Hay futbolistas e hinchas. Unos le dan a la pelota y, a veces, marcan goles y, otras, los encajan. Otros, a veces, animan y, otras, agachan la cabeza. O claman contra el rival. Y, en esas, comienzan los problemas. En los comentarios del árbitro casero, en los fuera de juego confusos, en los penaltis mal pitados y los goles mal anulados. En esas, empieza la contienda. En los ‘sois unos ladrones’ y en los ‘vaya penaltito que nos habéis cascado’. En los que recurren a instancias que no respetan.
En los ‘manda cojones, hacía falta nombrar a Federico Trillo como sentenciador’, como si un expresidente del congreso y ministro aznarista fuese el adecuado para decirnos cómo pasó aquello de la sentencia. Como si lo hubiesen elegido los romanos. Como si no hubiese estado nuestro alcalde tragándose el sapo —y bien hecho por su papel institucional—. Venga, no me jodas, como si no hubiera juristas e historiadores de renombre no vinculados a la política que puedan suplir el puesto. Como si hiciera falta poner a la centuria en un compromiso sin ser ellos los que lo eligen. Como si no tuvieran bastante con mover a Montilla tanto como la mueven.
Todo ello, es cuestión de fútbol. De ese fútbol que se creyó moderno y respetable. Del mismo que reparte premios Sócrates al que pocos meses después repudian por ser mal compañero. De los balones de oro insalvables sin criterio ni escuela. De lo que odian más que animan. De los que hacen coreografía en forma de lanza con las bufandas animantes contra los tifos desafiantes de la afición casera. De las insalvables defensas que apostillan las lenguas antiguas de las familias rojas y azules —sé que el imno de las lenguas antiguas no va así—, de los afiliados hasta la muerte ante la atenta mirada de los monumentos históricos.
La sociedad es esa. Es del ‘viva el PP manquepierda’, la del PSOE que remonta a última instancia como el Madrid en Champions, la del Vox patriota hasta que me muera, la de los biquiños a Sumar, la de los aúpa PNV y de los Gora Bildu, la de la oligarquía junta (Junts) manifiesta del ombligo incesante, la de los de Esquerra —Republicana si eso— y la de —si es que me lo permiten— Terueles, Sorias, Jaenes, y Zamoras existen. La de la división por despecho. La del fútbol absoluto, del gol sí es que marcas y de la faena si es que te cuelan.
La sociedad del fútbol es aquella en la que no se sabe perder. La del enfrentamiento por derecho. La de la sinrazón con razón. La de los acordes disonantes que suenan en sintonía. La de los que se enfrentan con impunidad. La sociedad del fútbol esa de las siglas descoloridas que no apuntan a los pensamientos propios. Y, ya que estamos, en la que unos deciden ser futbolistas y otros hinchas. Esa es la pena. Ustedes eligen. Pero no se pongan dignos, que no tienen más elecciones.

Es que nuestro alcalde habría querido que el Sr. Alvarone García Ortiz diera o diese la sentencia pero los datos de esta, la sentencia, la tenía en su móvil y con el borrado de datos comprometidos ha tenido que dar paso al Sr. Trillo. Jajajajajaja. Prefiero un «manda cojones» a un poquito de arsenico, cicuta o similar.