La Corredera y el futuro del control informal de Montilla

Un compañero muy veterano me comentó un día de los que se aprende mucho, que la parte fundamental de la función policial es la de observar, estar atento a esas cosas, o personas, que no son como deben de ser o que no están dónde deberían estar, que había que percibir esas anomalías y que era en esos detalles donde estaba el trabajo policial.

Recordaba a este compañero, ahora ya en su más que merecido retiro, el otro día cuando pasaba por la Corredera, lugar en el que antaño se hacían muchos servicios con motivo del tráfico que circulaba por la misma y de la actividad efervescente que siempre tuvo esta calle.

Me pareció ahora una calle triste, carente de vida, es algo que ya vengo observando desde hace tiempo pero que con motivo de la pandemia se ha acentuado exponencialmente.

No vengo aquí a poner negro sobre blanco en lo evidente, eso ya lo aprecia cualquier persona que conviva en Montilla, vengo hoy a hablarles de un concepto criminológico relacionado con esto que ha pasado en la Corredera y que de alguna forma, antes o después, va a terminar afectando a la ciudadanía.

Voy a hablarles del control social informal, cuyo máximo representantes es el sociólogo y criminólogo estadounidense Travis Hirschi, que se desarrolla a partir de finales de los 60 del siglo pasado y que a grandes rasgos viene a determinar que generalmente todos estamos abocados a cometer acciones desviadas, pero que es la pertenencia a un grupo social lo que nos inhibe de terminar realizando lo que es antisocial.

Explicaba Hirschi que había 4 vías que creaban este lazo:

  • Por medio de lazos con personas o instituciones convencionales.
  • Por estar inmersos en actividades convencionales.
  • Por una creencia en el valor moral de las reglas sociales.
  • Por implicación

La cuestión que se puede plantear ahora es qué quieren decir cada uno de los puntos anteriores, voy a explicarlo en palabras lo más llanas posible.

Relacionarse con personas o instituciones convencionales, viene a ser el moderno “si te juntas con gente sana, serás una persona sana” y por lo tanto estarás más alejado de cometer delitos. Pertenecer a una hermandad, o a un equipo de futbol, no garantiza que no cometerás delitos pero será más difícil.

Relacionado con este punto tenemos el de realizar actividades convencionales. Si tienes un trabajo “normal”, que no esta relacionado con el mundo delincuencial, será más difícil tener relación con el delito que trabajar en lugares donde se cometen infracciones a la norma continuamente.

Hasta aquí podemos ver que son cosas lógicas pero ya no estamos en la segunda parte del siglo pasado, estamos en 2022, y empezamos a ver que la teoría de Hirschi empieza a hacer aguas. Cada día vemos como la creencia en las reglas sociales está más de capa caída. El respeto a los mayores brilla por su ausencia, en los centros escolares cada vez se dan más casos de acoso a profesores, incluso por los padres y, humildemente, creo que el sistema moral está en uno de sus peores momentos.

Si ya lo anterior empieza a tumbar la teoría, la implicación en las normas sociales ya es la que “da el tiro de gracia”. Continuamente pasan cosas censurables socialmente a nuestro alrededor a las que no prestamos la más mínima atención. Dejar la basura fuera del contenedor, hacer fuego en la calle u orinar en una esquina, son cuestiones que antaño eran reprobadas por cualquier persona que pasaba por la calle, hoy en día a lo más cogemos nuestro móvil y lo grabamos para colgarlo en las redes sociales y así denunciar la escasa efectividad policial o poner a parir al político que dirige la alcaldía por su dejadez.

Ya he comentado que la pandemia ha hecho que las calles de Montilla, siendo la Corredera quizás la más representativa, se vayan vaciando. Pero no ha sido sólo la pandemia, si consultamos las estadísticas poblacionales ofrecidas por la Junta de Andalucía, podemos ver que en los últimos 10 años (2011-2021) la población montillana ha caído un 5.2%, que puede parecer poco pero que en números generales equivale a 1.237 personas. A lo anterior hay que unirle el envejecimiento de las personas que habitan Montilla, en 2021 el porcentaje de personas con más de 65 años era del 20.6%, es evidente que a más edad, menos tiempo en la vía pública.

Inevitablemente esta demografía lleva a que los controles informales sean cada vez menores, con lo que, mucho me temo, se va a degenerar aún más la convivencia.

A lo anterior hay que sumarle el cierre de establecimientos comerciales y públicos en la localidad que hacen que las “visitas” a nuestras ciudad también caigan.

En conclusión, siempre ha existido esa “entrañable” señora, tan bien reflejada por José Mota como “la vieja del visillo” que de alguna forma controlaba, y reñía, a los niños, o no tan niños, cuando realizaban alguna trastada. Ahora todos vamos a nuestras cosas y que se encargue otro de esto, o lo que es peor, “esto tampoco es para tanto”.

Salvador Lao

Asesor criminólogo

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