
Creo que era 2020. Coincidimos en la terraza de un bareto de la Calle Ponzano. Yo, no lo voy a negar, llevaba la ropa del día anterior porque no había dormido en casa. Mi cara reflejaba las pocas horas de sueño, las copas del día anterior que había pedido en La Pocha junto a mi hermano y sus colegas en una de esas noches copleras a las que asistía sin quererlo ni beberlo como escudero de mi hermano grande. Estábamos desayunando y el desayuno se convirtió en la cervecita del medio día.
Ahí llegaste tú, sonriente, con aires de modernidad, de frescura renovadora de estrella de cine que contrastaba con la simpleza y cercanía montillana. Con esa capacidad que tienen los montillanos de hacer sentir a los desconocidos que son de su familia. Te presentaste, aunque yo ya sabía perfectamente quién eras. Te dije que estaba estudiando Periodismo y me preguntaste a qué rama me quería dedicar. Creo, aunque no pongo la mano en el fuego por mi maltrecha memoria, que te pediste una Coca Cola Zero. Nos reímos un rato contando las anécdotas de la noche anterior. Nos enseñaste el nuevo Book que habías hecho, las diferentes fotos con las que te presentabas para proseguir en una carrera que apuntaba a lo más alto poco después de haber protagonizado la serie Toy Boy, de Antena 3. En las fotos salías guapo para reventar, como al natural.
Me guardé un alud de preguntas sobre tus nuevos proyectos que no quise verter sobre ti para que no pareciese que era un fan desenfrenado. Pensé, erróneamente, que habría más oportunidades, que debía guardarme mis cuestiones para que aquel medio desayuno no pareciese una entrevista a traición en vez de una animada charla con tu colega, ese que yo conocía bien porque había sido mi entrenador de fútbol cuando era chiquitillo. Uno de los que ahora lloran desconsoladamente tu pérdida después de que este jueves les llegase el mensaje definitivo que anunciaba tu marcha a los cielos por culpa de un maldito cáncer fulminante que te ha arrebatado la vida.
Uno de los que ahora claman por tu recuerdo, no como actor reconocido o como embajador de Montilla, sino como la buena persona que eras, como alguien imprescindible en sus vidas. Que ahora resaltan el golpetazo en la mesa que nos has pegado a todos para recordarnos que todo es la futurible nada. Que hasta los mejores pueden ser destronados de la vida con 37 primaveras.
Que hay que disfrutar la vida sin complejos porque nunca sabes lo que va a pasar mañana. Que no hay que dejar preguntas en el tintero o cervezas con personas interesantes sin tomar. Algo se ha muerto en nosotros con tu pérdida, pero también se ha despertado la conciencia de que somos completamente prescindibles para el destino, pero que podemos ganarle a la vida si encontramos nuestro sitio el tiempo que nos dejen estar por aquí.
Ahora, tengo otro motivo que le resta pena a mi abandono de esta tierra cuando el de ahí arriba me reclame en su presencia. Te debo una cerveza en el cielo para preguntarte todo lo que se me quedó en el tintero aquella mañana resacosa. Hasta ese momento, te recordaremos desde el corazón de Montilla y asistiremos atentos a tus amigos, a tu familia, cuando estos relaten tu forma de ser, los buenos momentos que les hiciste pasar, el apoyo que le diste cuando la vida les golpeó. El legado que nos dejas.

que bonito, cuanto cariño!!!
nadie se muere del todo mientras este en nuestra memoria ❤️
qué bonito todo lo que le dices, es verdad que se nos ha ido una gran y joven persona en la flor de la vida, lo he llorado y mucho en su funeral aunque no lo trataba y quizás ni se acordara de mi.,de pequeño lo veía a menudo en la tienda que tenía su padre. Un besote muy grande al cielo…❤️