Me duelen las manos de verlos aplaudir. Me rasca la garganta de escucharlos cantar desde aquí. Me pitan los oídos fruto de las proclamas onanísticas que se gritan al cielo. Me duele el brazo de verlo alzado a ritmo de canciones caducas.
No, no hablo del improvisado concierto de Dani Martín en la madrileña Plaza de Callao para promocionar su nuevo disco —ese que me ha descubierto mi hermano este domingo con la cervecita que corresponde tras las noches sabaderas y que, reconozco, tiene algo de ese rock cañero que le puso banda sonora a mis primeros años de conciencia propio de El Canto del Loco—. Hablo del 41º Congreso Federal del PSOE en Sevilla, esa tierra que perdieron por culpa de la corrupción tramada por los que ahora son aplaudidos.
Ahora los aclaman. Vuelven a aquello del Rey Chaves, del Cometa Griñán, cuando antes los repudiaron y echaron por la puerta de atrás ante la evidencia de la red clientelar de los ERE. Lo hacen basándose en una revisión de sentencia del Constitucional que no niega los hechos y que simplemente se limita a dudar de la dureza de parte de las condenas, por lo que le pide a la Audiencia de Sevilla que se vuelva a pronunciar. No se sabe si Ferraz tiene un plan B si es que la Audiencia Provincial sevillana se rearma en su dureza.
Pero da igual. No importa en absoluto porque la restauración moral de historia reescrita está consumada. Los condenados por los ERE salieron por la puerta grande de La Maestranza. No sonaba aquello de EREs tú por los altavoces del Ágora del Congreso, pero hubiese sido paradójico. “Como una promesa eres tú, eres tú, algo así como el fuego de mi hoguera, toda mi esperanza eres tú, eres tú”, creo que decía la canción de Mocedades. La esperanza de Sánchez para agarrarse a ese clavo ardiendo de descrédito a las decisiones judiciales. Ese que tanto le
criticaban a Podemos —su exsocio de Gobierno— y que ahora abrazan.
Algo así como el agua de la fuente del líder socialista para escaparse de todos y cada uno de los casos de supuesta corrupción que acorralan a su entorno más preciado. Ese balón de oxígeno que le refuerza en el liderazgo de su partido, y del Gobierno, sobre el que ya ha expresado que seguirá al frente después de los futuribles comicios de 2027. Un halo de gloria para resarcirse del ayer, que ya parece el siglo pasado.
Un Congreso, dicho sea de paso, que —por lo que se ve desde fuera— puede presumir de buena organización y grandilocuente puesta en escena. Algo que refuerza el proyecto de Espadas al frente de la Secretaría General del PSOE andaluz, pese a que hubiera rumores de que para este entonces ya lo habrían acorralado en un aquelarre de togas y cuchillos como le pasó a uno que me enseñaron en clase de Historia.
Una buena puesta en escena ratifica al anfitrión, político de buenas formas, conocedor de su Sevilla natal. Estuvo tan bien —o eso parece— que me da pena que no pudieran ir Ábalos, Koldo y Aldama por eso del apiado ante los supuestos gandules, reyes de la golfería nacional. Me imagino la juerga que se hubieran cogido bajo el soniquete del agua del Guadalquivir entre comisión y comisión, que falta les hace para olvidarse de la que se les viene encima.
No debieran salir por la puerta grande de la maestranza tanta golfería, ni tanto sinvergüenza.
En mi España querida está pasando algo gordo y si no despertamos pronto de este mal sueño nos veremos en las próximas décadas alzando el puño y cantando una internacional totalmente caduca.