El órgano de la basílica menor de San Juan de Ávila vuelve a tronar en la eucaristía de la mano de jóvenes talentosos como Jose Antonio Ríos Pérez y Juan Luque Repiso que gracias a sus estudios de piano y su fe, endulzan la eucaristía con los envolventes sonidos del órgano.

El órgano ha sido, durante siglos, uno de los sonidos más potente y majestuoso que ha resonado nunca en una iglesia, cuyo uso no empezó de golpe sino poco a poco y fue variando con el tiempo.

El instrumento tiene raíces muy antiguas. El órgano nació en el mundo grecorromano, sobre todo con el hydraulis, un órgano que funcionaba con agua y aire. Durante siglos se usó en espectáculos y actos públicos, no en contextos religiosos. De hecho, en los primeros siglos del cristianismo el órgano no se utilizaba en la liturgia ya que las primitivas comunidades cristianas eran sencillas y desconfiaban de los instrumentos, que asociaban con fiestas paganas y con el teatro.

A partir de la Edad Media la situación empezó a cambiar. Hacia el siglo VIII el órgano comenzó a entrar en algunas iglesias de Occidente, primero como un apoyo para el canto y luego como instrumento principal. Poco a poco se fue aceptando porque ayudaba a sostener la voz de los fieles y a dar solemnidad a la liturgia. Para el siglo XII ya era común encontrar órganos en catedrales y grandes monasterios.

Durante el Renacimiento y el Barroco el órgano vivió su gran época dorada. Se construyeron instrumentos cada vez más complejos y potentes, y surgió una rica tradición musical ligada a la liturgia.

El órgano no solo acompañaba el canto gregoriano, sino que también interpretaba piezas propias para momentos concretos de la misa. En muchos lugares se convirtió en una forma de catequesis sonora, capaz de emocionar y elevar el espíritu.

Los grandes compositores de órgano abarcan desde el Barroco, con figuras centrales como J.S. Bach, Buxtehude y Pachelbel, hasta el Romanticismo con Franck, Liszt y Bruckner, y el siglo XX con Messiaen, Dupré y Widor, destacando el Barroco como la edad de oro, aunque compositores de todas las épocas han contribuido, incluyendo maestros españoles como Cabanilles y Bruna

La Iglesia fue reconociendo oficialmente su valor. Documentos y enseñanzas, especialmente a partir del Concilio de Trento, afirmaron que el órgano era el instrumento más adecuado para el culto, siempre que ayudara a la oración y no se convirtiera en un espectáculo. Esta idea se mantiene hasta hoy.

El Concilio Vaticano II reafirmó que el órgano de tubos tiene un lugar privilegiado en la liturgia, aunque también abrió la puerta a otros instrumentos según la cultura de cada pueblo.

Hoy el órgano sigue siendo un símbolo fuerte de la tradición católica. En algunas iglesias se conserva como un tesoro histórico mientras que otras se lucha contra su desaparición. Aun así, su sonido sigue recordando siglos de fe, arte y oración compartida, y continúa siendo una voz que acompaña el encuentro entre lo humano y lo sagrado.

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