El cotilla de ciudad y el chismoso de pueblo


Es un gran necio. Un estúpido engreído, egoísta y caprichoso. Un payaso vanidoso. Inconsciente y presumido. Falso enano rencoroso que no tiene corazón. Algo así cantaba Rocío Jurado – ‘La más grande’, según me comentan algunos que se dieron su primer beso al son de sus canciones cuando eso de cantarle a un ex no estaba de moda.

En aquel entonces, Rocío Jurado no tiraba beef, sino que ponía en su sitio a algún hombre que no la habría tratado como hay que tratar a las damas. O como se pensaba en aquel entonces que había que tratarlas. Ahora somos más de “punto y digo si me lío” o de responder a una historia de Instagram con “olvidona que me tienes abandonado”.

Yo, personalmente, soy más del cortejo sutil que se practicaba en una sociedad ahora llamada machista, el que veo en las películas porque, claro está, no lo he vivido. Pero, como así no te comes una rosca en los tiempos de la dictadura del Tik Tok, renovarse o morir.

En cualquier caso, mientras mi generación parece haber descubierto que a veces también se le puede cantar al desamor desde la rabia y el más absoluto asco, eso ya se practicaba cuando Shakira no era más que una promesa de la música y Sabina apenas tenía la voz cascada.

Es algo que no ha cambiado. La sociedad española, ávida de un buen drama, siempre está dispuesta a ser el espectador de la ruptura de una pareja y sus consecuencias en directo delante de sus miles de seguidores.

Podríamos dárnosla de culturetas que no se enteran de que Shakira le ha dicho a Piqué algo así como que ha pasado de jugar en un equipo de Champions a un equipo que compite por mantener la categoría por estar ocupados leyendo a Dostoyevski.

Sin embargo, vamos a dejar atrás el cinismo y reconozcamos que a nosotros también nos ha gustado el salseo de la sesión 53 de Bizarrap, que Piqué ahora lleve un Casio y llegue a la Kings League en un Twingo.

Y es que es así. Nos gusta un buen drama. Nos gusta ver que a la gente aparentemente perfecta también se la juegan y comentarlo en el bar tomando la copita de vino rudimentaria. Abarrotan de esta forma los divorcios y desencuentros las pantallas de la televisión, el móvil o las ondas radiofónicas.

Divorcio de Federico Jiménez Losantos y Vox

Hablando de estas últimas, si bien lo de la cantante y el ya exfutbolista es fuerte, mi divorcio favorito de la semana es el de Federico Jiménez Losantos y Vox. Es curioso como dos seres empiezan lamiéndose y acaban en los juzgados, le decía Jesús Quintero a Shakira en el ‘Loco de la Colina’ hace algunos años.

Es por el camino que van Federico y los autoproclamados de extrema necesidad. Una historia de amor que parecía resiliente al cruel paso del tiempo y la sucesión de polémicas. Todo se ha truncado en cuestión de una semana.

El presentador de EsRadio, al que se le pueden criticar muchas cosas pero no que se achante ante nuevos enemigos, pasó de las caricias y criticó a sus afines. Le dio hasta en el carnet de identidad a Juan García-Gallardo por proponer la absolutamente eficaz medida de ofrecer escuchar el latido del feto para frenar el aborto.

Tema de conversación. Eso buscaba el vicepresidente de Castilla y León, porque frenar va a frenar pocos abortos de los que, me da a mí, sabe menos que de embarazos. Y fue Federico el que se lo dio, pero con un punto de vista que no se esperaban desde la calle Bambú.

Espinosa de los Monteros le acusó de financiación indebida y Federico le dijo que a ver si acababa en el banquillo de los acusados.

Esto, en los pueblos lo vemos y oímos por radio macuto, pero poco cambia enterarse por Telecinco a saber de mano de la vecina del tercero que el hijo de la Paqui lleva más cuernos encima que un venado de siete puntas. Somos seres morbosos que beben de los chismes que otros van dejando tirados en el ojo del huracán.

Paco Cobos

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