
Tras el éxito de Ni por el mar corren las liebres ni por el monte las sardinas… cuando se acerca el momento de la jubilación, el profesor Francisco Llopis nos trae la segunda parte para hablar de Educación, que al igual que en otros tantos aspectos de la vida, es necesario combinar el creer con el querer, el saber y el poder.
El creer en algo o en alguien, es el inicio para iniciar un camino en una dirección concreta, en
una dirección, que, elegida libremente, conforman una actitud, unas formas determinadas, una forma de filtrar cuanto sucede y cuánto te sucede. Al igual ocurre cuando la decisión no está tomada desde la opción libre sino desde la coacción o desde el desconocimiento, desde la sumisión o desde la anulación de la voluntad…la dirección puede ser la no correcta.
El creer en algo, en este caso en la Educación, implica apostar por la persona, por el ser humano, por todo aquello que contribuye a ser más y en muchos casos, mejores personas, en ese anhelo de crecer cada día.
Creer en la educación como un proceso de enseñanza y aprendizaje está ligado íntimamente al ser y a hacer crecer en otros aquello que para ti es esencia, no sólo entendiendo éste como un empleo sino como una forma de vida.
El creer va íntimamente unido al querer, entre otras cosas porque para llevar a cabo aquello
en lo que crees, hace falta querer llevarlo a cabo, si no, lo mismo no es ni acertado el intentarlo.

Creer y querer tampoco serían suficientes en esta tarea de educar y trasmitir valores porque
para ello hace falta saber. Saber educar, enseñar, trasmitir, instruir…con todos los matices que
cada palabra lleva consigo, no sólo se consigue con el creer y el querer sino sumando el saber:
con el ser competente en tu materia, con el saber trasmitir aquello que consideres, con la
utilización adecuada de los procedimientos, con la psicología necesaria, con la pedagogía que avala tus principios y unido a la Didáctica, cuestión nada fácil en los tiempos que corren.
Puedo creer, querer y no saber cómo construir una casa. De nada me sirve si me falta ésta otra pata, este otro pilar donde se sustente mi quehacer diario y que es de una responsabilidad absoluta, entre otras cosas porque a quienes estamos educando es a personas, niños y niñas en crecimiento y que buscan modelos de identidad. Podemos construir bien o construir de forma inadecuada.
Por último, considero que, para conformar adecuadamente estos 4 pilares, estas cuatro patas
de esta mesa, de esta forma de pensar y vivir, hace falta un cuarto elemento, que entiendo como poder. Poder hacer lo que creo, lo que pienso y lo que sé, necesita de poder llevarlo a cabo, cuestión que muchas veces no se consigue porque existen factores diversos que a veces me impiden el hacerlo.
Espacios inadecuados, lugares donde no existe un clima de colaboración, de tranquilidad, de
respeto, de implicación, hacen en ocasiones echar por tierra nuestra labor. Es necesario generar un espacio adecuado y la necesidad por aprender, enseñando y trasmitiendo emocionando y para ello también está el maestro, la comunidad…con todo lo que ello conlleva.
De este modo y combinando los cuatro elementos: creer, querer, saber y poder es desde
donde tenemos que partir, en mi opinión, para desarrollar nuestro trabajo con ciertas garantías de éxito. Por ello, es conveniente recordar que “por el mar no corren las liebres ni por el monte las sardinas” lo que es lo mismo que decir que no todos pueden ser maestros.
Ser maestro no es fácil, es todo un arte.
