Ya va tocando guardar las caretas y los pitos. Ya se recoge el confeti y se almacenan los cuplés. Se retiran los escenarios y a los popurrís se los lleva el viento. Los disfraces se guardan en el baúl de la entrada y las fotos que encierran viajes y momentos de jolgorio se enmarcan para la posteridad.

Las carrozas que esta vez sí que llegan a la Plaza de la Rosa y no como las del Día de Reyes, se encierran y dejan paso a la reflexión. La ceniza en forma de cruz embadurna las frentes de los católicos y el olor a incienso, a lo lejos y todavía débil, empieza a impregnar nuestras calles.

La Cuaresma ha comenzado. Ya va tocando prender el altavoz al ritmo de Rosario de Cádiz. Ya es hora de ir creando ese ambiente de varal o trabajadera, ese de pasito izquierdo, del marchante sonido de las suelas que arrastran por los adoquines, de la estampita que recuerda por qué tu hombro está en carne viva.

También ese ambiente de los hipócritas golpecitos en el pecho de aquellos que no han pisado una Iglesia desde el Viernes Santo del año anterior. Y de los no creyentes que respetuosamente se unen a la tradición. Pero, sobre todo, de los que nos sentimos parte de la Semana Santa, de los que expresamos nuestra fe aunque no esté de moda.

Ese ambiente que pide bacalao los viernes, que se prepara para la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Ese que camina a ritmo de los tambores de la Centuria Romana Munda, que se emociona con su corneta, que reza porque llueva todos los días del año que no son Semana Santa.

De los que ya se van probando la túnica, los que van buscando la receta de los rosquitos de la abuela, de los que tachan los días del calendario y ya piensan en lo que aportar para la vegetariana comida del Viernes Santo.

Y mientras nosotros nos preparamos para nuestra Semana Santa, otros sacan urnas y se pelean por ver cuántos pellets había en su playa. Se deciden entre lo de siempre y un independentismo gallego sustentado por el PSOE. Se sumergen en un mar de acusaciones plásticas y deciden, además del gobierno de su tierra, sustentar al Feijóo de los casi o quitar el palito de la torre jenga que le haga caer de su despacho en Génova.

Pero eso, a nosotros, no nos toca. A nosotros nos toca mirar de lejos mientras sacamos las túnicas. Opinar sobre el desenlace en una sobremesa de viernes de vigilia. Leer de reojo las notificaciones de La Vanguardia entre descanso de ensayo y ensayo. Charlar de costado con tu colega de la trabajadera alta sobre el gallego, y las gallegas, las elecciones, durante el descanso del ensayo dominical.

Pero, sobre todo, ya va tocando reflexionar, expresar nuestra fe y llenar los cuartelillos. Ya va
tocando Semana Santa.

Paco Cobos
Periodista

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Un comentario en «Ya va tocando»

  1. Nuestra FE sí que está de moda visto lo visto en GALICIA. Y ahora le toca a Sánchez hacer penitencia.

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