Victoria Espejo Mejías emocionó con su Pregón juvenil del Cristo del Amor

El pasado Sábado pudimos asistir al undécimo Pregón Juvenil del Grupo Joven de la Hermandad Salesiana del Stmo. Cristo del Amor a cargo de Victoria Espejo Mejías, en el bellísimo marco de la Capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno, sita en la iglesia de San Agustín.

Victoria Espejo Mejías, cuyo presentador fue Francisco Priego Velasco, hizo un emocionado relato de su visión de la Semana Santa que aquí reproducimos en parte, empezando por el Viernes de Dolores y su querida Centuria Romana Munda, cuando mi padre era uno de los que dirigía la centuria romana infantil, más conocidos como los romanitos, que me iba con él y con mi hermano a aquel frio patio del colegio salesiano a verles ensayar

Tras el Viernes de Dolores, pasó al Domingo de Ramos, Domingo Salesiano. donde Montilla se convierte en Jerusalén, sale Jesús a lomos de una borriquita en una mañana rodeado de niños y jóvenes, entre palmas y ramas de olivo recién bendecidas., La tarde va avanzando, la hora se va acercando[…] Una nube de incienso camufla lo que vendrá detrás. La muchedumbre se enmudece, el silencio de apodera de todo ante la mirada de Dios que ya va saliendo. Solo se oye la voz ronca del capataz “mas poco a poco, venga de frente con El”  [..] Un golpe de martillo suena, y hasta las viejas piedras de la parroquia tiemblan. Se palpita, se siente que Jesús ya está presente.

Dejó el Domingo de Ramos para saltar al Martes Santo y El barrio espera su cofradía, las puertas de la asunción se abren, parroquia fruto del esfuerzo de todos los vecinos. […] El paso asoma, Cristo comparte esta noche su pan y su vino, no solo con los doce apóstoles, sino con todos los Montillanos. El nos dará hoy el pan que saciara nuestra hambre de fe. Su madre, a pesar de ir detrás, es la Estrella que ilumina su caminar.

Victoria Espejo Son las 8 y media de la tarde, en Santiago redoblan campanas de duelo, en la puerta, la brigada mecanizada Guzmán el bueno X espera que la hermandad salga a la calle. En el paso hecho imagen el dolor más grande que una madre puede sufrir, la muerte de un hijo. Señora del Socorro, madre guapa y dolorosa, siete puñales son pocos para significar tanto dolor.

Martes santo, que día más bonito desde por la mañana.  Medalla puesta y hacia el santo me dirijo. Últimos detalles vamos preparando, me paro ante ti, te miro a los ojos mil veces y cada vez que te miro te veo más bonita madre mía, tus ojos brillan como ningún otro día y es que aquí me tienes, cuatro años después de conocerte y aun no sé como agradecerte aquel Martes Santo del año 2011 en el que nos conocimos en el que me ayudaste a salir de la chicotá más dura de mi vida. Una cuadrilla de veinticinco corazones te llevaron al cielo para que me curaras, cuadrilla de la que me siento parte. Palabras de mi capataz Paco Priego y de mi amigo Sevi que por siempre quedaran grabadas en mi corazón. Ese día la cofradía me dio la oportunidad y tuve el privilegio de ser yo misma la que tocara el martillo de la Señora Franciscana. No os puedo explicar lo que sentí, fueron tantos sentimientos los que viví, que solo os puedo decir que siempre quedara guardado en mi corazón y que lo viví con emoción, mucha emoción.

Abrazos entre los hermanos en los que nos deseamos tener una buena estación de penitencia. Sitio privilegiado el mío también desde donde acompaño a María Santísima de la Caridad, maniguetera.

El cancel de la puerta ya lo cruza Cristo paciente en su pedestal de caoba y plata y guiándolo va mi pequeño capataz, Sergio Narvaéz, tras él su bendita madre entre bambalinas. La cofradía va siguiendo su caminar entre empedradas calles resuenan las voces de los saeteros y las oraciones calladas. Entre nubes de incienso ya se te ve revirar por altibaja, Señor. Y tus costaleros que orgullo más grande deben llevar de poder ser tus pies.

Tarde de jueves santo, el sol en la plaza de la Rosa quiere ser testigo y no perder ni un solo detalle de lo que en pocos momentos va a suceder. Las bandas para acompañar a Cristo y a su madre van llegando. Por la Corredera ya viene un cuerpo de romanos para prender a Jesús.

En la Plaza de la Rosa va a suceder uno de los momentos más esperados por la semana santa, una de las tradiciones Montillanas mas antiguas, son ya 100 años de prendimiento, 100 en los que judas con una bolsa y una lamparilla va nervioso, de arriba para abajo, sin parar, y por 30 monedas traicionará al hijo de Dios ante los Montillanos y con un beso te entregará, Jesús.

Nazarenos de capirote azul, morado, rojo y verde para acompañar a cada uno de estos cuatro pasos que en la tarde noche del Jueves Santo trascurrirán por las calles de Montilla, llevaran y pasearan Fe, oración, Esperanza… Esperanza para los enfermos que esperan a la Señora de la Rosa.

Jesús orando en el huerto bajo la mirada y guardia de un ángel en el santo revirará al compás de “a la gloria” y el moreno de la Rosa, maniatado y azotado, con mucho mimo y corazón sus costaleros lo entraran. Mujeres costaleras vuelven hacerse presentes en nuestra semana santa, esta vez para portar a Jesús atado a una columna y con su andar, aliviar su dolor.

Le sigue María Santísima de la Esperanza, virgen de carita morena que con su verde manto en la tarde del Jueves Santo vas bendiciendo y a Montilla protegiendo.

La madruga se va acabando, se va acercando las 7 de la mañana. Mañana de Viernes Santo. Mañana de tradiciones, de sol y calle Juan Colín, de trajes, de cañaduces y también de promesas, oraciones y devociones.

Los centuriones se preparan para la batalla de hoy. Salen a tocar diana por las calles de montilla, en la plaza de la rosa, donde ayer te prendieron, hoy, recogen a los que serán tus costaleros.

Calle ancha comienzan a subir, los rayos de sol que destellan sobre corazas doradas, plumas blancas van en busca de Jesús.

Son las 9 de la mañana el Señor de Montilla comienza a salir, Jesús Nazareno ya sale y no os puedo explicar todo lo que siento, justo en ese momento se desbordan todas las emociones acumuladas durante un año. Emociones y sentimientos que cada viernes del año vivo aquí contigo, en esta bendita capilla que me ha tocado donde tengo el honor de pronunciar mi pregón.

La calle Ancha ya bajas Señor, el pueblo te espera. Va bajando Jesús Rescatado escoltado por la centuria, le sigue Jesús Nazareno, este, escoltado por sus penitentes, larga cola de mujeres que cada año van cumpliendo sus promesas tras de ti, pidiendo por los suyos o dando gracias porque curaste a su hija; Cristo de la Yedra y Mª Santísima de los Dolores le siguen.

Se van encaminando hacia calle costal, llano de palacio y paseo de cervantes donde Jesús y su bendita madre bendecirán los campos, no sin antes al pasar por la calle costal mirar a los que se fueron para siempre.

Recuerdo cuando era chica que veía pasar la cofradía desde casa de mi abuela. Judas siempre llegaba para vaciar la bolsa de dinero que los niños con voz tímida y algo asustados agarrados de la mano de su madre le echaban a la voz de ¡Judas, judas! A mis primos y a mí nos encantaba que llegara a casa de la abuela y poder verle sin careta. Rápidamente me subía para el balcón para que cuando pasara la Reina Dolorosa poder tocar un trocito de Ella y poder llegar a la gloria por unos segundos. La cofradía sigue su caminar, mientras Jesús Nazareno va llenando de bendiciones a los que desde las aceras, en silencio, le van rezando con solo mirarle a los ojos ya trasmite, trasmite paz, fuerza, tranquilidad… trasmite el saber que nunca fallará.

La calle Ancha se convierte en un hervidero de gente, el sol también quiere ser testigo de esta ya tradición romana y montillana, la Centuria Romana va dando los últimos toques a la mañana del viernes santo. Hacen el tradicional paseíllo antes de ir para casa.

Tuve la suerte de poder llevarle, de ser los pies de Jesús Nazareno, mi Nazareno, en su traslado a la Parroquia de Santiago.

Fue una experiencia única de la que me siento muy afortunada. También he tenido la suerte de poder mirarle a los ojos, tenerle frente a frente, cara a cara, tenerle tan de cerca poder tocarle, agarrarle su mano, acariciarle solo hizo que me emocionara, y no era para menos, fue tan solo unos minutos pero para mí se paró el tiempo. No pude parar de decirle cosas, de rezarle, de darle gracias por darme la oportunidad de tenerme allí. Hoy te vuelvo a decir gracias. Gracias por lo que solo tú y yo sabemos.

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