Ya llega. Ya viene. Ya huele a incienso en la Calle Ancha. Ya se afinan las cornetas. Cierran los cuartelillos habiendo cumplido su función. Se miden las túnicas, se planchan las viejas y se encargan las nuevas a prisa y corriendo porque “hay que ver niño lo que has crecido desde el año pasado”. Se recoge la camisa blanca con la cruz dorada bordada tan cerca como se pueda del corazón. Se abrillanta el pin que colmará la solapa del traje en Viernes Santo. Se revisa que la corbata morada, esa que te regalaron los niños cuando eran chicos y que reservas durante todo un año, esté preparada. Esto ya llega.
Se eligen y compran los claveles. Vente el sábado niño que hay que montar el trono. Ve cortando los tallos, así con cuidaito, que tengan tres o cuatro deitos pa que se claven en la esponja. Mira este qué bonito, llévatelo y se lo regalas a tu madre, anda, que también le des una alegría de vez en cuando. Ya está el señor con su túnica y preparado. Qué guapo es, ¿has visto cómo nos mira?
Venga, ahora toca reunión de costaleros antes de tomarnos una copita de vino en lo que te reencuentras con aquellos conocidos, allegados, o amigos a los que no le echas muchas cuentas durante el año, pero sabes, claro que lo sabes, que ese día en que os ayudáis a poneros el sudario o a amarrar la almohadilla, el costal o lo que te toque, sois hermanos. Punto primero y único del día: señores, esto ya está aquí.
En la calle, retumban los tambores de la Centuria, que ya calientan para tocar initerrumpidamente desde el Viernes de Dolores. Suenan las trompetas de la Unión, los vellos de punta. En casa, ruge el altavoz a ritmo de Rosario de Cádiz. Ya no se da un paso a derechas. Te sale solo, das un izquierdo hasta para entrar en la cocina a comerte un pestiño. Por cierto, saca la receta de los rosquitos de la abuela y llámala para ver cuándo quedáis. Ya sabes, llevate leche, harina, huevos y la naranja y el limón para el rebozado. Ayuda a tu abuela a freirlos, se vaya a quemar y luego pásate a recoger el capirote de tu hermano.
Papá, que ya traigo los rosquitos, hemos hecho pa un regimiento, ya verás qué buenos nos han salido. ¿Y con tu abuela qué tal? Pues ya verás, el mejor momento de la Semana Santa. Pues vamos a probarlos, ¿le echamos un poquito de leche condensada? Como si no llevaran ya azúcar papá. Venga, hombre, que es Semana Santa y hasta el año que viene no los probamos. También es verdad.
Chiquillo, remángate la túnica y átate los cordones de los naúticos, te vayas a caer, que luego nos riñe tu madre. Qué, ¿tienes ganas de la procesión?, ¿llevas la bola de papel de plata para la bola de cera?. Pues vamos, que te voy a comprar la vela más grande que haya, verás como haces la mejor bola de toda la procesión. Luego nos vemos, pórtate bien y me avisas si ves a tu madre en la procesión, que le de un beso. Ya verás qué rico va a estar el bocata de atún con tomate que nos vamos a comer en el Llano Palacio.
Sudario, guantes, túnica, almohadilla, cordón, pin, medalla… no se me olvida nada. Vamos allá.
Disfruta, hermano cofrade, este es tu momento. Ya ha llegado.
Ya lleg y con ella el incienso que amarga mi existencia, jaja.
Feliz Semana Santa y recorramos las estaciones por las iglesias como se hizo durante muchas muchísimas vidas; pero ya no,eso es antiguo, ya no.