Un te quiero acompañado de un gesto, es mejor que imaginarlo.

Para que este proceso, en la enseñanza y en tantos otros ámbitos de la vida, sea garantía de éxito es necesario hacer sentir que los quieres. Es insuficiente decir te quiero si no va acompañado de que sientan que los quieres. Ya lo decía una canción: Un te quiero, acompañado de un gesto, es mejor que imaginarlo.

Para que este proceso sea garantía de éxito es necesario emocionar enseñando, a sabiendas
que se aprende lo que emociona. La Pedagogía, La Psicología y la Didáctica al enseñar es
fundamental y para ello es necesario ser competente.

Queda claro que el nivel afectivo es la base para enseñar y que enseñar sin emocionar, al final
no enseña. La experiencia nos dice que incluso aquellos que no quieren tienen posibilidad de
aprender si eres capaz de tocar esa fibra, esa nota, ese tema, eso que está dentro de cada uno
y no se ve.

Cuando un alumno/a se siente escuchado y no juzgado es posiblemente el momento para
poder llegar dentro. Es cuando se produce esa sensación de observar, de notar que esa persona quiere algo contigo, quiere que le digas, que le expreses lo que eras cuando vivías y hacías como ellos y posiblemente sea el momento adecuado para que acepten un consejo, una indicación una propuesta …. Es cuando comienzas a ponerse en su lugar, sin juzgarlo, cuando puede comenzar ese proceso de enseñanza y aprendizaje que necesitan.

Un simple gesto, un chocar la mano con complicidad, un cómo estás esta mañana, un comiste bien, un qué hiciste ayer…una felicitación de cumpleaños, una nota de felicitación en su cuaderno…en definitiva un te quiero, acompañado de un gesto, posiblemente nos ayude y de hecho así es, a que se quiera empezar a aprender.

Nada de esto es fácil pero sí una de las bases para poder enseñar a tantos que, posiblemente
pueden, pero no quieren.

Siempre hemos recordado a aquellos maestros y maestras que fueron más allá de enseñarnos unas matemáticas o una lengua y posiblemente recordamos a aquellos que enseñaban con el corazón, que se ponían en nuestro lugar, que nos hablaban con sentimiento, incluso cuando explicaban sus asignaturas. Tu notabas que les gustaba y provocaba el que nos acercásemos porque teníamos la certeza que no se nos iba a reprochar o ridiculizar o jugar.

Por eso, ser maestro es un arte, donde la materia a esculpir, son personas que se inician en la
vida y que siempre pueden tener referentes que les hagan enfocar su futuro con ciertas
garantías de éxito. Después la escuela paralela, la escuela de la vida puede dar muchos vuelcos y hacer que las direcciones cambien. De todos modos, desde la escuela, siempre lo tenemos que intentar. ¡Es nuestra tarea!! ¡ Adelante!.

Magnifiquemos todo lo que de bueno existe en cada uno de nosotros, en vez de juzgar. Muchas veces, no disponemos de la información o de tener los elementos de juicio suficientes para hacer una valoración adecuada. Sigamos puliendo todo aquello que es mejorable y que diariamente lo intentamos.

Paco Llopis Maestro

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