Siempre quise ser progresista

Siempre quise ser progresista. Desde el inicio de mi conciencia política. El término me atrapó por completo como una boa rodea a su presa hasta que esta, sin darse cuenta, se encuentra sin escapatoria posible. Lentamente, incluso saboreándolo. El progresismo me visitó, sentó cátedra en mi razonamiento político.

Creo que fue cerca de las elecciones de 2011 cuando eché cuentas del término progresismo por primera vez. En aquellas en las que Zapatero, un presidente lleno de talante pero sin resultados económicos favorables, se disputaba su tercera legislatura ante un Rajoy que, todavía, apenas había dejado frases célebres e inconexas.

Por aquel entonces lo vi claro. Era de cajón, de lógica. El Progreso era el futuro, la mejoría, la esperanza de mejores tiempos venideros en los que curar nuestras leales imperfecciones. Yo quería eso. Yo quería ser un hombre de futuro y de lógica. Qué puede ser más lógico que apostar por el avance, por la ilusión de una sociedad próspera y justa.

Sin embargo crecí. Y, también lentamente, se fue disipando la idealizada progresía a medida que los hechos no acompañaban. Al tiempo que los máximos mandatarios del progresismo han utilizado la ideología como una excusa para perpetuarse en el poder. Todo vale. Toda acción moralmente discutible merece la pena porque es el precio a pagar por disfrutar de un Ejecutivo de progreso sin siquiera plantearse si ese coste implica, tácitamente, la destrucción paulatina de la ideología progresista.

Es difícil pensar que el progresismo rinda cuentas a su nombre cuando se negocia dar de lado a la ley. Cuando una vicepresidenta del Gobierno de España se reúne bilateralmente con un prófugo de la justicia. Al tiempo que se abarata la malversación y se elimina el delito de sedición para mantener buena relación con un partido de derechas, y muy de derechas como es Junts.

El progresismo de hoy día es sentarse en la mesa con aquellos que blanquean el terrorismo, con la derecha que se jacta de haber parado a la derecha, con aquel que salió del país en el maletero del coche después de declarar la independencia de un territorio sin pensar en la mitad de la población de esa región. En definitiva, es sentarse con cualquiera que tenga un puñado de votos que puedan impedir que gobierne la lista más votada o, lo que sería más lógico, una repetición electoral que favorezca la formación de un Gobierno que no dependa de fuerzas minoritarias y regionalistas.

Mientras tanto, para algunos medios o periodistas progresistas, la noticia no estaba en la simpatía de una representante del Gobierno con un fugado de la justicia, ni si quiera en la presumiblemente pantomima que prepara el gallego y la pérdida de tiempo que supone una investidura sin apoyos, sino que era los comentarios machistas de un grupo de whatsapp de niñatos de 18 años que clamaban “partirle las bragas” a sus compañeras de primero y segundo de magisterio de la Universidad de La Rioja. Mocosos que cosifican y valoran a sus colegas por su físico y que, apuesto, luego no tendrán valor de entrarle en la discoteca o de mantener contacto visual con ellas por más de un minuto.

Vergonzoso, sí. Absurdo que esa sea la noticia nacional por encima del desplante de la vicepresidenta a la justicia española, también.

Así, solo me queda esperar a que el progresismo haga honor de su etimología como el viticultor mira al cielo en los meses de abril y mayo en busca de una lluvia que no sabe si llegará.

Paco Cobos Periodista

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2 comentarios en «Siempre quise ser progresista»

  1. Qué bueno Paco.
    Espero que lea tu artículo el Alcalde al que llaman ya «EL ADOQUINES». Como es tan amigo de Juan Espadas, podría decirle por qué no nos juntamos con el Presi y le decimos que lo que quiere hacer con El Fugado no es nada progresista, jajajajajaja.
    En fin. No es lugar para hablar de política.
    Enhorabuena.

  2. Jaja, que bueno el ADOQUINES, haber, cuantos van a usar ese acerado de la Avda de Malaga? Lo mismo que el puente del Hospital, es que hay que darle trabajo a esas empresas afines?, como la oposición no se dá cuenta?, antes esas empresas amigas estaban conectadas a la Diputación.
    Me encuentro en una zona turística de Murcia la manifestación multitudinaria y su alcaldesa con nosotros, me dicen que en Montilla daba pena el número de asistentes y medios, luego protestamos, tenemos lo que nos merecemos la 💩 de un Dictador traidor.

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