Se vende secadora de energía solar hasta el 28M

Hace poco leí en algún lado que un tal Steve se forró vendiendo una secadora de ropa que funcionaba con energía solar por correo. Este gran invento, acompañado de un precio más que asequible, le garantizó unas ventas envidiables para cualquier emprendedor estadounidense.

Resultaba pues, que cuando el paquete llegaba a casa del comprador era más pequeño de lo esperado. La sorpresa era aún más chocante cuando, con extraordinario empeño, las familias conseguían desquitarse del embalado. No había más que unas pinzas y unas cuerdas en la caja.

Se dice que Steve ganó millones y venció en los tribunales a todas aquellas personas que lo demandaron, ya que, al César lo que es del César, la ropa secaba con energía solar.

Esta anécdota norteamericana, la cual desconozco por completo si es real o una inventiva de las malvadas redes sociales, se podría reducir al particular dicho español “le dieron gato por liebre”. Steve no mentía, pero tampoco decía la verdad y, así, acabó amasando una fortuna a base de engañar a la clientela.

El caso es que la publicidad puede ser engañosa, los artilugios mágicos pueden no ser tan mágicos y las soluciones políticas milagrosas seguramente no sean lo divinas que se presentan.

Lo mismo pasa con los gobernantes aparentemente perfectos que dicen ser los adalides de todos los logros conseguidos, al tiempo que echan las culpas a terceros de las desgracias ocurridas en el territorio gobernado.

Y es que gobernar es complicado. De hecho, es muy complicado. Pero más difícil es llenarse la boca de promesas y propuestas con más fondo que forma después de ocho años de gestión.

Lo normal y conveniente sería que los candidatos propongan y el gobernante saque pecho de lo llevado a cabo, si bien hay que explicar a la ciudadanía el camino que seguiría el proyecto ya comenzado.

Hacer balance de aciertos y políticas equívocas es lo que debería marcar el voto de apremio o castigo a un gobernante. La dificultad está en encontrar la letra pequeña de ese balance, que seguramente esté algo edulcorado según la visión de aquel que vocifere los éxitos y calle los errores, o al contrario.

Más allá de exhibir aciertos, errores o ideas, se encuentra el indigno arte de vender crispación. Arte al que ya estamos acostumbrados que se afilien políticos y líderes de opinión a nivel nacional, donde se distinguen con más claridad la persona y el personaje, pero que soy incapaz de entender cuando “los otros” son tus propios vecinos, el que jugaba al fútbol contigo de pequeño o el compañero de trabajo de tu hermano.

Anecdóticamente contaré que, tras el paseo electoral de Juanma Moreno el pasado lunes por Montilla, algunos de los seguidores ‘populares’ acabaron tomando una cerveza en un conocido bar de la zona centro a la que nos adherimos alguno de los periodistas que cubrimos las declaraciones del presidente andaluz, algo mucho más habitual de lo que puede sonar.

La cuestión es que un cliente se levantó, dejó la cerveza a medias y pagó alegando que se iba por miedo a que se le pegaran las ideas de las personas que habían saludado al líder ‘popular’.

A mí me da que a ese le habían vendido una secadora que funcionaba con energía solar por correo y, lo que es peor, seguía convencido de que había sido una buena adquisición. Si puede haber alguien peor que el que vende crispación, es el que la compra ciegamente.

Paco Cobos

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