El viernes de la semana pasada nos desayunamos con la terrorífica noticia de que en Elche, en una zona rural, un chico de 15 años presuntamente había acabado con la vida de sus padres y un hermano disparándoles con una escopeta de caza que había en el domicilio familiar.

El fin de semana previo nos encontramos en las noticias la muerte de dos jóvenes, de 15 y 25 años, que presuntamente murieron a manos de otros jóvenes con motivo de reyertas de bandas en las que se usaron armas blancas.

Cualquier persona puede pensar ¿Qué está pasando con esta juventud? ¿A dónde nos llevan las nuevas generaciones?

Amigo lector, como podrá intuir no hay una respuesta concreta con la que podamos explicar estos acontecimientos tan horribles, pero como ya he dicho en algunas ocasiones, la criminología está, entre otras cosas, para arrojar luz sobre los hechos delictivos.

Sin entrar a cuestionar valores de cada uno de ustedes, todos tenemos un concepto de familia, un concepto de hijo y un concepto de lo que debe ser lo moral y lo legal, hay ciertos aspectos que criminológicamente son más o menos aceptados por toda la comunidad científica.

Desde los años 70 del pasado siglo se ha venido deteriorando el concepto tradicional de familia, es una evidencia. No me estoy refiriendo a que los menores tengan un padre y una madre de distinto sexo, o que sean padres/madres del mismo sexo, o que la familia sea monoparental.

Todo lo anterior es una consecuencia del avance social, en concreto al concepto de que en casa había unas normas, unas costumbres y un “savoir-faire” que todos los miembros de la misma iban respetando y que hacían que el grupo estuviera unido y remara en la misma dirección.Ahora por el contrario nos encontramos con familias que, literalmente, solo se ven al completo los fines de semana, si acaso. Cada uno de los miembros van viviendo su vida de forma individual, sin normas claras, y tristemente esto nos lleva al desorden.

Es evidente que el avance social y tecnológico de los últimos años tampoco ayuda a que los sujetos interactuemos entre nosotros en el cara a cara. Las redes sociales nos están llevando a que nos relacionemos más con gente de otros países que con los que tenemos al lado.

Otra cuestión que ha ido cambiando con el paso de los años ha sido la media del número de hijos por familia. Basta poner el ojo en las estadísticas del INE para comprobar que en 1970 la tasa de natalidad en España era de 19.50‰, mientras que en el 2020 era tan sólo del 7.19‰. La entrada de la mujer en el mercado laboral parece ser un indicativo que explica esta bajada de la tasa, unido sin duda a la dinámica social/laboral de nuestros tiempos.

La suma de todo lo anterior, y de algunos otros conceptos que se desarrollaran en otro artículo, nos llevan a que los menores sean los que “manejen el cotarro” en casa. Bien porque no hay nadie para imponer las normas, bien porque no voy a producirle a mi único hijo un descalabro emocional, “pobrecito si es el que tengo”. A la larga el menor se empodera y cuando está en la adolescencia y ya tiene un cuerpo desarrollado ¿a ver quién lo para?

Alguien puede imaginar que un menor, de 15 años, se levanta una mañana, su madre lo castiga sin wifi porque ha sacado malas notas, coge una escopeta y mata a toda su familia. Pero sin duda no es algo que se haya fraguado en una mañana. Sin mucho pensar, porque casos cercanos todos tenemos, todo comienza con un déjame un rato más el móvil, o la play, que estoy jugando con mi amigo, este poco rato se convierte en las 2 de la mañana, el niño poco descansado y pensando en la partida, acude al colegio donde empieza a caer en las notas, y a frustrarse porque en casa empiezan las malas caras, pero no se imponen normas claras o si se ponen se respetan muy poco, degenerando todo finalmente en unas pésimas calificaciones que llevan a un castigo con el que el menor se ve coartado en su libertad y que sin duda enciende una mecha que, en este caso, ha terminado en catástrofe.

Recuerde esto, amigo lector, la violencia (la delincuencia) no es algo que dan la cara de forma espontánea. Son como esos kilos que vamos cogiendo y a los que no solemos darle importancia hasta que tenemos la boda de la prima “Loli” y tenemos que ponernos el traje, y el traje no entra, no porque la noche de antes nos hayamos comido una chuleta de más, es porque llevas mucho tiempo sin hacer deporte y sin privarte de ningún capricho. Téngalo en cuenta.

Salvador Lao

Criminalista

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