Enseñar al que no quiere: las familias

Reflexionábamos en el espacio anterior sobre la necesidad de la aplicación de una serie de criterios importantes por parte del profesorado ante este grupo de alumnado… Hoy, la reflexión se centra en las familias como otro pilar esencial en la educación en general y más específicamente en este grupo, que hemos denominado, “los que no quieren”.

La presencia de madres en la escuela es de total importancia. La incorporación del hombre al proceso, de forma posiblemente gradual, sería esencial para que la unificación de criterios fuera una realidad y no generando en el alumnado la dispersión respecto a los modelos a seguir.

La escuela no cumple sólo con una función de asistencia social para que se produzca la conciliación familiar necesaria, sino que debe estar considerada como un lugar privilegiado donde asisten mis hijos/as y que necesitan del apoyo incondicional hacia el profesorado. No olvidemos que un profesorado querido, es un profesorado que trabaja a gusto, que entrega todo lo que puede, que se desvive por su alumnado.

Un maestro desencantado, mal tratado, injuriado o despreciado, no sólo no se presta, sino que lo mismo es un mal modelo, motivado por su falta de la autoestima el cariño que necesita, como cualquier otra persona y la consideración necesaria para desarrollar una labor y no motivado por el calor que debe sentir con su trabajo.

Cuando no se da este entendimiento, sólo es necesario seguir los pasos establecidos y eliminar comentarios, grupos, tecnologías…que no llevan a ningún sitio, sino a aumentar, en ocasiones, el malestar y las pocas ganas.

Sólo por este motivo, que no es poco, las familias deben siempre seguir un proceso de apoyo a quienes tenemos o tienen la tarea de educar y en caso contrario, y reitero, utilizar los procedimientos adecuados para exponer, dialogar, denunciar…cuanto consideren oportuno, siempre con respeto a lo largo de todo el proceso.

No siempre el maestro, la dirección…. pueden tener la razón, pero quede claro que el hecho de defender a toda costa a mi hijo/a, sin tener los datos adecuados y completos, es cuanto menos, una osadía. Por tanto, es necesario no considerar a mi hijo/a el mejor, porque en ocasiones sería bueno ver videos grabados de lo que ocurre en un aula para quedarme sorprendido de la actitud de ese hijo/a a quien defiendo a ultranza.

Por eso, es importante, como dice un sabio dicho: pregunta y parecerás tonto durante cinco minutos. No preguntes y posiblemente serás imbécil toda tu vida.”…y contagiarás tu ignorancia a otros. Si la actitud del alumnado y profesorado es determinante, aún más es la familia, ya que las mismas son el motor desde donde nace la predisposición favorable o no hacia la escuela y sus maestros, cooperando, adoptando medidas conjuntas, participando en el proceso educativo, directa o indirectamente y, haciendo que “mi casa sea la primera escuela y la escuela mi segunda casa”, desde donde deben partir los valores que después potenciamos en la escuela,

Una familia sin rumbo, hace niños sin rumbo y en muchas ocasiones se deja a la escuela la función que deben hacer las familias y eso, es un error. Siempre es deseable esta colaboración, pero no ocurre siempre: la actitud ante los estudios de los hijos, el grado de colaboración, la capacidad de influencia, el grado de conocimiento para educar a los hijos, determinan la presencia en el proceso educativo.

Hay familias que quieren colaborar, pero a veces…”no pueden con sus hijos”, otras veces las familias que llamamos desestructuradas pueden tener problemas de control, dado que hay ausencia durante mucho tiempo del domicilio, justificado en la mayoría de los casos por diversos motivos y que acaban por quitar autoridad a los padres….

Otras , la propia subsistencia hacen estar pendientes de asuntos básicos como el comer, pagar las facturas… dar una respuesta básica a cada día…Por eso es necesario tener claro que hay cuatro preguntas básicas que lo determinan todo: ¿quieren?; ¿pueden?; ¿saben?; ¿están?…

Por ello , la falta de implicación de algunas familias y la pérdida de la capacidad y voluntad de hacer cumplir las reglas, se plasma en una falta de colaboración, con lo que se agravan los problemas de conducta y rendimiento de los propios hijos. Se hace necesario por tanto conseguir un clima de entendimiento y diálogo que nos permita poder predisponer favorablemente al alumnado hacia la escuela.

Sabemos que existen familias colaboradoras, familias ausentes, familias hostiles y familias impotentes. Por ello, cuando hablamos del alumnado que no quiere, lo mismo estamos hablando de problemas de base que se trasladan a la escuela, haciendo de la labor educativa, una labor ingente, donde el puzle a formar es arduo complicado.

No sólo culpemos por tanto a aquellos que no quieren, sino ser conscientes de todas estas realidades y trabajar, lo que hablamos en la exposición anterior: trabajar los aspectos socioemocionales para hacerlos avanzar en la predisposición positiva y desde ahí intentar impartir las competencias que se puedan en cada caso.

Desde este punto, podemos iniciar un proceso, nada fácil, intentando : controlar las compañías, prestar atención hacia sus actitudes, marcando límites acompañados de un abrazo, intentar tener abiertos las formas de comunicación, saber decir no, evitando la permisividad, pedir cuentas y aplicar las consecuencias, mantener el equilibrio entre afecto y control, conocer sus gustos, necesidades y escuchar más que hablar, dar responsabilidades razonadas y razonables y aplicar controles y sanciones cuando no quede más remedio, ante una negativa a cambiar de actitud.

Las familias son determinantes en este proceso y si no puedes, al menos pide ayuda para que se pongan los medios, lo más adecuados posibles, y nunca dejes de tener contacto con la escuela, porque la distancia no favorece en nada a tu hijo/a, aunque sea para presentarte y ponerte a disposición de los profesionales, con el fin de recibir la escucha necesaria y facilitar los medios.

Si no te acercas, es difícil y si es difícil, posiblemente quienes paguen las consecuencias sea tu hijo o tu hija, muchas veces, los que pagan las consecuencias de nuestras situaciones personales y de nuestras propias irresponsabilidades.

¡¡Siempre adelante! La escuela, enseña, educa, instruye…LA FAMILIA ES LA PRIMERA ESCUELA. El alumnado es el objetivo, el profesorado un agente importantísimo, la familia es esencial, las instituciones otro pilar y de ellas hablaremos en la próxima reflexión. A ser maestro, se aprende. No es un juego, aunque aprendan jugando. Ser maestro es un arte y educar al que no quiere, todo un reto en los tiempos que corren.

Paco Llopis Maestro

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