El factor de la entropía y los menores

Pese a que la RAE define la entropía como “la medida del desorden de un sistema”, a cualquier físico que esté leyendo estas líneas seguramente le ‘chirríe’ esta descripción; por el contrario, la entropía tiene más que ver con el concepto de probabilidad.

La entropía es la ley por la que se rigen procesos que consideramos irreversibles, pero no porque exista una fuerza física que obligue a las partículas a comportarse de esa manera; sino porque es lo más probable que suceda.

Les copio estas palabras de la revista MUY INTERESANTE, que fueron publicadas en octubre del 2020, para intentar explicarles como el desorden en la vida de las personas, mucho más en la de los menores, puede llevar con una alta probabilidad a comportamientos antisociales e incluso al delito.

Para ello voy a contarles previamente un breve historia. Corre el año 1969 y Philip Zimbardo, un psicólogo norteamericano profesor en Stanford, inicia un experimento en el Bronx neoyorquino que consiste en abandonar un turismo con las matriculas arrancadas y las puertas abiertas y esperar a ver qué ocurre. Como era de esperar a los pocos días robaron todo lo que se podía robar y en unas semanas destrozaron lo que quedaba.

Este experimento llevo a James Q. Wilson, George L. Kelling y Catherine Coles, destacados científicos sociales estadounidenses, a principios de los 80 a desarrollar la teoría de los cristales rotos1 (o de las ventanas rotas según la traducción) que es acogida por la criminología para el estudio de la delincuencia callejera pero ¿es aplicable a la prevención de la delincuencia juvenil en casa?

En esta teoría se establece, entre otras cuestiones, que permitir en un barrio que pequeñas cosas “ilegales” vayan sucediendo sin poner freno a las mismas, por ejemplo: “Repara las ventanas rotas en un período corto, digamos un día o una semana, y la tendencia es que será menos probable que los vándalos rompan más ventanas o hagan más daños” puede ocasionar que las mismas se eternicen en el tiempo o incluso evolucionen a delitos más graves.

La teoría de los cristales rotos tuvo un desarrollo práctico en la Nueva York de los años 90, impulsado por el alcalde Giuliani en los programas de «tolerancia cero» y «calidad de vida». Se ordeno a la policía que interviniera en todos y cada uno de los incidentes que ocurrían en la ciudad, reprendiendo duramente a los infractores, por ejemplo, se castigaba cada viaje en metro sin billete o se sancionaba a los que orinaban o bebían en la vía pública.

Traslademos esto a nuestras vidas. Está claro que el desorden no es el único factor que hace que un menor desarrolle conductas contrarias a la ley, pero evidentemente ayuda.

Actitudes como que un menor deje ropa sucia tirada por cualquier parte sin recoger, permitir que su cuarto sea poco menos que un campo de pruebas de armas biológicas o que el plato de la comida se quede en la mesa tras la misma, son circunstancias que podemos asemejar a lo que se establece en la teoría de los cristales rotos antes expuesta. Como ejemplo del desarrollo de estas conductas a situaciones más preocupantes podemos enumerar las de no respetar la hora de llegada a casa o el inicio de consumo de alcohol o tabaco, por cierto, cada vez se empieza a más temprana edad.

Sinceramente creo que hoy en día tenemos un problema de permisividad hacia nuestros menores que empieza a rayar en lo intolerable. Poco a poco vamos permitiendo que se apoderen de la situación y que sean los que imponen las normas, ya lo comenté en el artículo anterior. Muchas veces por la falta de personas que sean la brújula que deben dirigir su vida, pero en otras muchas ocasiones porque los padres no somos capaces de tener una actitud de “tolerancia cero” hacia las “infracciones” de nuestros hijos.

Y eso cuando no somos nosotros mismos los que apoyamos tales actitudes. Cada vez son más frecuentes las denuncias realizadas por profesionales de la educación con motivo de amenazas realizadas por los padres de alumnos ante las bajas notas de los hijos o por haber llamado la atención por una mala actitud en clase.

Por norma general, las reglas en casa tampoco deben ser muy estrictas, lo que importa en este caso es que sean respetadas y que, lógicamente, sean impuestas de una forma lógica y coherente. En la actualidad hay una campaña de Atresmedia para establecer un consenso en el uso de los dispositivos móviles por parte de los menores, quizás sea una buena idea establecer lo mismo para otras cuestiones caseras.

La educación viene precedida de un orden y un concierto, no permita que la entropía (el desorden) se apodere de su vida ni de la de sus hijos.

Salvador Lao

Asesor criminólogo

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