A propósito de la tolerancia

Los que nacimos en la década de los cincuenta del pasado siglo, hemos pasado por muchas etapas, pero, la más ilusionante para la mayoría de los ciudadanos, y, para mí, en particular, fue la transición de la forma de gobierno conocida como dictadura, a la democracia.

Era algo nuevo, y había cierto temor. El propio del desconocimiento. Siempre estábamos atentos a los servicios informativos de la única cadena de televisión, y a la radio, en fin, nos interesábamos, por primera vez, en algo novedoso en nuestro lenguaje, la política.

Para los que vivimos ese momento, no se nos puede olvidar, las discusiones amigables, sobre qué partido votar, aquel político que más nos gustaba y también el que menos. Aprendíamos, sin saberlo muy bien, a ser demócratas.

Cada cual, hizo lo que pudo, por entender esta nueva forma de convivencia. La ilusión de poder elegir lo más próximo a tus ideas, tu moral o tu forma de ser, era una oportunidad, para que cada ciudadano, tuviera la ilusión de gobernar a través de sus elegidos.

Pero si tengo y quiero destacar algo de esos años de transición, diré que lo más importante, desde mi punto de vista, fue, la tolerancia. Había familias, en las que sus componentes pertenecían a dos o tres partidos diferentes, también amigos y conocidos, pero fueron muy pocas personas las que dejaron de hablar con su vecino, amigo o hermano por pensar diferente.

Hoy, parece imposible que ocurriera de ésta forma, y es qué, durante muchos años de democracia, hemos aceptado cómo amigo, vecino o familiar a todo aquel que tenía ideas diferentes a las nuestras.

La sociedad de este momento, ha olvidado la tolerancia, debido, en parte, a determinada clase política, que fomenta desde que amanece hasta que sale el sol al siguiente día, la supremacía de un pensamiento frente a cualquier otro que se le oponga, solo existe su pensamiento único, y quienes tienen otro pensamiento, no deben existir.

Esto es muy peligroso para todos, los políticos lo denominan crispación, yo creo que es más correcto, intolerancia.

La intolerancia nace de la ignorancia. Cualquier persona, medianamente inteligente, sabe, que el conocimiento de opiniones diferentes, nos enriquece. Si tú piensas de una forma, y yo de otra, totalmente distinta, el que yo conozca tu pensamiento, tu idea, sobre una misma cuestión, puede que yo no cambie mi parecer sobre esa cuestión que debatimos, pero, seguramente, me hará ver esa cuestión desde otra perspectiva, distinta a la mía.

Ese pensar tuyo, distinto al mío, me enriquece porque a través tuyo, tendré un conocimiento más amplio y completo del tema de que se trate, y eso se consigue a través de la tolerancia.

No hay forma más burda y menos demócrata, que insultar al que opina diferente, y lo estamos viendo a diario. No se puede señalar ni discriminar a ninguna persona, por opinar diferente, tampoco desde la política se debe hacer. Los políticos, deben dar lecciones de democracia a los ciudadanos, nunca enfrentarlos ni vilipendiarlos por pensar diferente.

En la historia, los estados más importantes y duraderos en el tiempo, eran aquellos que respetaban las costumbres y religiones de los pueblos que conquistaban. Eso es la tolerancia, respetar el sentir del otro, aunque sea distinto y opuesto al tuyo.

A los españoles se nos ha olvidado el espíritu de la transición y de los años siguientes de democracia. Con sus virtudes y defectos, nos sentimos demócratas conviviendo y respetando a todo aquel que pensaba diferente, éramos amigos, compañeros y familiares, que entendimos que la tolerancia era la mejor y única baza, para la apertura real de nuestra mente, al futuro de la democracia anhelada.

Muchas veces me pregunto, qué nos ha pasado y porqué lo consentimos.

Me cuesta encontrar la respuesta.

Soledad Galán Jordano Abogada

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