Hoy, 25 de marzo de 2023, mi corazón se hiela, se paraliza por microsegundos al pensar en la acción que el deber y la moral me obligan a ejecutar.

En 2015, me embarqué en esta aventura que constituía el derrotero de una España justa, liberal, futurista-realista y plena de derechos.

Como menor de edad, no pude afiliarme, no obstante, pude sentirme parte gracias a la figura de simpatizante.

Mi primer encuentro, un mitin de Albert Rivera. Para llegar me monté en un coche conducido por “la Jefa”, una de las mejores personas que he conocido. Junto a ella, me acompañaron 3 personas, no sólo en ese viaje, si no también en el resto de años al servicio del partido como militante. Allí nos esperaba el que era Secretario de la Agrupación (cargo que hasta ahora ostentaba mi persona), un joven ambicioso y con ganas de comerse el mundo, del cual me sentí orgulloso de acompañar en su candidatura a la alcaldía y emocionado de verlo uniéndose en matrimonio a su personita ideal.

A una ya la conocía desde bebé, la cual adquirió la condición de madre en tantas y tantas escapadas a rincones de España para transmitir los valores liberales. Otra persona se reunió con nosotros en aquel coche, dulce y apasionada, con la cual hace dos días lloré al comunicarle mi decisión y recordar anécdotas.

A partir de ese día, me bautizaron como “el niño”, y hoy, lo sigo siendo para ellos, mi segunda familia.

Iniciaron unos pocos locos, con una furgoneta por esa Andalucía eclipsada y corrompida por una era de políticas nefastas y una clase política que se sentía dueña y señora de mi tierra para explotarla y arrasarla, como si de una colonia se tratase.

Poco a poco, pasamos de ser unos pocos locos a una jauría de locos, y de eso, con fe e ilusión, a una multitud con un fin lógico, abandonando, para el resto de personas, la percepción de locura y diseñando una nueva visión: la España y Andalucía que necesitamos.

Liberamos de las cadenas de la caverna a los “partidos constitucionalistas” que pactaban y se abrazaban a los nacionalistas. Alimentaron al monstruo desde pequeñito, hasta que, enfurecido por ideas envenenadas de una utopía inexistente, se liberó y comenzó a incendiar las calles. Y, ¿quién estuvo ahí? Los de siempre; ¿Quiénes estuvieron cuando una pandemia se guiaba por unos intereses partidistas? Los de siempre; ¿Quiénes estuvieron cuando Andalucía necesitaba políticas sociales y liberales? Los de siempre; ¿Quiénes han limpiado las instituciones de toda España de corrupción y políticas negras? Los de siempre.

Los de siempre que, actuando como siempre, se acogieron, no en dirección a como soplara el viento, sino en dirección a la realidad de la necesidad del territorio y el momento. Y cuando los valientes héroes de capa blanca (o naranja) rechazaron unirse al peor presidente que la democracia moderna ha conocido, los valientes héroes volvieron a ser vistos como aquellos locos de la furgoneta.

Ni rojos ni azules, una salvación que impulsó los valores del partido, pero en arma de doble filo se cristalizó cuando nos comenzaron a dar la espalda.

Poco a poco, la ilusión de la ciudadanía se desmoronaba y con ellos los propios afiliados. Hoy, no se consolida como ese partido de la furgoneta, ni como ese partido de la orgullosa “veleta”. Hoy somos un partido, no sólo descabezado, si no también huérfano de organización interna. El afiliado ha pasado de ser la base, a ser un mero número de membresía.

Es por ello que mi corazón se hiela, es por ello que me duele reconocer lo que es un grito a voces. Luché a contracorriente por tus valores, por tu gente, que ha sido el mayor regalo que me has brindado, luché por mi España, mi Andalucía y mi querida Montilla.

Cuando seáis el partido que fuisteis, con las ideas claras y el coraje de siempre no dudéis en contar con mi apoyo. Volverá “el niño” y su familia.

Ciudadanos, te amé, te extraño y te añoraré.

Luis Carlos Sánchez Velasco

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