Leer no es perder el tiempo, sino ganarlo

Es evidente que vivimos en un mundo tecnológico y fugaz donde se pretende conseguir lo máximo con el menor esfuerzo, donde se persigue lo cómodo, lo fácil, lo divertido, donde “una imagen vale más que mil palabras”.

En esta sociedad materialista, de escasos valores y de placeres tangibles no se da mucho protagonismo a la lectura y a los libros en general.

Casi toda la información está al alcance de nuestras manos con solo pulsar un botón, por lo que el acceso a esta es simple e instantáneo. Ahora bien, tendríamos que preguntarnos si toda la información o desinformación es igual de válida, más nos convendría ser selectivos y críticos, volvernos más cautos, puesto que es fácil acomodarnos y dejarnos arrastrar por el placer de lo inmediato.

Actividades como leer libros o estudiar requieren un esfuerzo, una dedicación, una inversión temporal, se convierten en tareas tediosas, que no todos estamos dispuestos a realizar.

Es comprensible que estas formas de conocimiento no son tan lúdicas, ni atractivas como las
posibilidades que nos ofrecen internet, las redes sociales y otros medios de información audiovisuales, sin embargo, podríamos preguntarnos si es importante o útil la lectura o el estudio. Esto es obvio, no hay duda de su trascendencia y necesidad.

Por un lado, la lectura literaria nos sumerge en una eclosión de sensaciones, sentimientos y experiencias que nos hacen creer en mundos imposibles, huir de la realidad, conmovernos y ponernos en la piel de otros personajes o seres verosímiles o fantásticos. Produce un efecto catártico.

O como decía Jorge Luis Borges: “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro, todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.

Por otro lado, entrar en el maravilloso mundo del saber, nos hace avanzar sin límites en todos los ámbitos: tecnológico, científico o humanístico, herramientas fundamentales para una sociedad verdaderamente próspera.

Podríamos concluir afirmando lo relevante e incuestionable que es seguir leyendo, dedicar nuestro tiempo a los libros por intereses lúdicos o formativos y recordar que el saber no ocupa lugar, ni es tiempo perdido sino todo lo contrario, es lo único que podemos llevar cuando viajemos a la otra orilla del Leteo, cargados de todo aquello que formó página a página nuestra mente y nos hizo sentir más libres, más allá de lo inmediato, más allá de lo material, como si de un sueño se tratara.

Mª Dolores Fernández Córdoba
Profesora de literatura

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