Esta mañana, por cuestiones personales, me he obligado a recordar la frase latina Dura lex sed lex, (Una ley dura, pero una ley). La Ley nos puede parecer injusta, exagerada, e incluso, desproporcionada a veces, pero es la Ley, el marco legal que nos hemos dado todos, y hay que cumplirla, pase lo pase y pese a quien pese.
Pensará el lector que de vez en cuando tampoco pasa nada por saltarse un poco la Ley, sobre todo si con ello podemos conseguir alguna ventaja o provecho en nuestras relaciones con los demás. Mientras no nos cojan ¿verdad?
Y eso es lo que me lleva a escribir estas líneas, a cuando nos cogen. Esta mañana también me he desayunado con la ratificación del procesamiento, por parte de la sala segunda del Tribunal Supremo, del Fiscal General del Estado, el Sr. García Ortiz, por un presunto delito de revelación de secretos. Por lo que he leído no ha habido unanimidad en la votación, 2 a favor del procesamiento, frente a un voto en contra, habría que leer el auto pero es evidente que no ha sido una decisión fácil.
Mi experiencia profesional me ha llevado a catalogar a los delincuentes en dos grandes grupos. Los profesionales, esos que saben que la detención es parte de su “negocio” y que cuando son cogidos por los delitos cometidos asumen que tienen que penar por lo realizado, cumplen lo mejor que pueden y de vuelta a las andadas. Por otra parte tenemos a los vulgares, normalmente o se les coge realizando su primer delito y no tienen experiencia, o simplemente no terminan de tener claro cómo funciona el protocolo, y patalean, insultan y se agarran a un clavo ardiendo para intentar escaparse de la acción de la Justicia (si me dieran un euro por cada “yo no he sido” que he escuchado en los calabozos, tendría un chalé en la zona cara de Marbella).
Mucho me temo que voy a tener que meter en el saco de los vulgares al Sr. García Ortiz, porque está peleando lo indecible para que la Justicia no lo castigue. Es posible que tenga razón y él no haya cometido ningún delito, pero si un Juez de Instrucción abre causa, se instruye durante 8 meses, se propone para apertura de juicio, se plantea un recurso y te lo tumban Jueces de la categoría del Tribunal Supremo, con todo mis respetos hacía los que no han llegado aún ese nivel, es evidente que algo debe haber.
En España llevamos ya tiempo, demasiado creo yo, repitiendo aquella pregunta que se hacía mi padre en tiempos pretéritos ¿y al guardia quién lo guarda? En referencia a acciones que pasaban en la Guardia Civil de la época Roldán. Pues aquí tenemos otro ejemplo claro de persona que dirige una institución y que termina en una sala como imputado.
Nadie está obligado a dimitir de un cargo, no faltaba más, pero qué ciudadano daría por válido un argumento del fiscal, subalterno de este señor, indicando que no hay causa o que las pruebas presentadas son insuficientes para que haya una sentencia condenatoria. Por “higiene judicial” quizás echarse a un lado hasta que todo esto termine sea lo más adecuado.
