En ocasiones, veo… ¿calabazas?, ¿brujas?, ¿esqueletos?

Dos o tres semanas antes del Día de Todos los Santos comienzo a sentirme rara, extraña porque empiezo a tener alucinaciones… Sí, sí, como lo oís, mi mente comienza a recibir señales auditivas y visuales que me hacen creer que estoy en un lugar distinto del que me encuentro, y no solo eso, sino que además sufro una especie de confusión cromática; para que nos entendamos, que alucino en colores, y más concretamente, alucino en dos colores: en negro y en naranja, (aunque a veces también, en morado). ¿Os suena?, lo pregunto porque a lo mejor resulta que no se trata de ninguna chaladura mía sino que es algo normal en esta época del año.

Como decía, días antes del 1 de noviembre todos los espacios o casi todos, se van llenando de calabazas, brujas, esqueletos y telas de araña para darle la bienvenida a tachán…, tachán… ¡¡HALLOWEEN!! Los escaparates se adornan para la ocasión, los restaurantes nos ofrecen un menú especial para la Noche de las Brujas (Halloween), las discotecas y los pubs nos prometen pasar una «noche de miedo», las agencias de viajes nos ofertan escapadas de fin de semana «terroríficas», en las televisiones, sobre todo en los canales infantiles, nos ofrecen programaciones especiales (como si no tuviéramos bastante con las Monster High) y por si fuera poco, es posible que te encuentres andando tranquilamente por algún centro comercial y lo que, en un principio, pueda parecer una lámpara de diseño, resulta ser un fantasma colgado del techo; incluso hasta puede que se te escape un improperio porque a la vuelta de la esquina te tropieces inesperadamente con una araña gigante o con la «novia cadáver» .
-¡Ahh, jod…, qué susto!
– ¡Señoraaa! Que nosotras somos unas mandás. Que solo estamos para decorar. (La araña gigante)
– Ya, ya…
¿Alguien da más? No creo, porque eso sí, la burra grande, ande o no ande. Halloween ha llegado… para quedarse.

Y yo me pregunto, ¿en qué lugar se queda nuestra festividad, el Día de Todos los Santos o el Día de los Difuntos? Si les preguntáramos a las generaciones más jóvenes (de los veinte para abajo) sobre su significado y las costumbres que en nuestro país lleva asociada tal festividad, ¿qué contestarían? ¿la asociarían a Halloween como si fueran festividades homólogas? La verdad es que razón no les faltaría, en parte, aunque las formas de celebración sean muy distintas. ¿Por qué digo que no estarían muy alejados de la realidad? Porque la palabra Halloween (contracción de All Hallow’s Eve) significa «Víspera de Todos los Santos» y aunque pensemos que es una tradición exclusivamente americana, lo cierto es que tal festividad tiene origen europeo y se nutre de distintas tradiciones, entre ellas la celta (pagana) y la judeocristiana (religiosa).

Bueno, a lo que iba. Entiendo que nos llame la atención aquellas tradiciones que son diferentes a las nuestras, precisamente por eso, porque son distintas y lo nuevo casi siempre nos parece atractivo. También entiendo que nos parezca divertido el hecho de disfrazarnos (yo la primera) de momia, de vampiro, de zombi o de novia de Chucky, y en particular a los niños, sobre todo si se pasean por su urbanización o por su barrio y bajo la consigna de «¿truco o trato?» se llenan los bolsillos o las calabazas de plástico (compradas para la ocasión) de toda clase de caramelos y de chucherías. Pero ¡ojo!, el hecho de acoger una nueva costumbre y hacerla nuestra, no significa olvidar aquella con la que hemos convivido y crecido, ni tampoco es óbice para que todos (incluidos los más jóvenes) conozcamos nuestras tradiciones y las practiquemos, aunque terminemos disfrazándonos de «niña del exorcista» y viendo El expediente Warren.

Cementerio (1)
¿Truco o trato?
Afortunadamente, no tenemos por qué elegir si no queremos ya que, hoy por hoy, las calabazas, los esqueletos y las brujas conviven en perfecta armonía con los huesos de santo, los buñuelos, las gachas de leche, las castañas o las batatas asadas (¡mira por donde!, este tubérculo también es naranja); los pases de cine de terror no impiden que en los teatros se siga representando la obra de José Zorrilla, Don Juan Tenorio (el tercer acto se desarrolla en un cementerio, ¡otra coincidencia!); el vaciar y tallar una calabaza e iluminarla con una vela tampoco impide que en las casas se sigan encendiendo «mariposas» por el alma de los difuntos; y la estancia de un fin de semana en una «casa encantada», no interfiere en la costumbre de visitar los cementerios así como la de arreglar y engalanar con flores las tumbas de nuestros seres queridos.

En fin, la celebración conjunta de ambas tradiciones nos enriquece pero, independientemente de la opción que escojamos para celebrar este día, es importante no perder de vista aquellas tradiciones que pertenecen a nuestro folclore y acervo cultural.

Nuria Santiago

Licenciada en Filología Española

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