
“Él la ha matado y después se ha suicidado”, reza un mensaje de Whats App con la etiqueta de ‘reenviado muchas veces’ que me llegó por varias vías en la tarde del jueves después de que saltara a la palestra la muerte de un hombre y una mujer en el domicilio de ella. Algo tan simple como eso. Nueve palabras, quince sílabas, 41 caracteres de Twitter. En esas se resuelve rápidamente el fin de la vida de dos personas, haciendo caso omiso a la investigación en curso, obviando las pesquisas policiales, haciendo un desplante a las fuentes oficiales, relevando la verdad a un segundo plano detrás de los chismorreos primordiales.
En esa sencilla frase se sentencia al varón como asesino y a la mujer como víctima. Varón que tendrá padres, hermanos o familiares que, o bien hacen oídos sordos a las habladurías, o bien se ven obligados a renegar de su hijo, hermano o familiar. Mujer que tiene hijas y nietas que escuchan que a su madre y abuela la mataron por derecho, por ser la pareja de alguien, por ser tratada como una propiedad. Familiares llenos de rabia y frustración que no pueden dedicar su preciado tiempo a llorar a sus difuntos.
Vecinos henchidos de palabrería y conversación. Que si yo ya veía algo raro. Que si estaba cantado. Que si a mí me ha sorprendido porque parecía muy majo pero al final va a resultar que no lo era. Que si era un tema de drogas o de dinero. Que si esto o lo otro. Que si pobrecita, abusada y muerta por violencia de género. Que si machista, asesino y suicida. Que si el charloteo en la carnicería o la sentencia en la barra del bar antes pedir otro medio de Fino.
El símbolo de lo único nocivo, dañino y tóxico del alma de pueblo montillana. La exclusiva seña de identidad de la idiosincrasia rústica de la que uno se avergüenza. La resolución que condena sin pruebas, los juicios públicos sin contraste de fuentes, las etiquetas malditas caídas en instantes que acompañan de por vida. Los misterios resueltos por una carta mal repartida del Cluedo. Los investigadores de andar por casa que hilan sus recuerdos con las informaciones vagas y mal difundidas.
Esas sentencias dictaminadas por el juez Manolo a golpe de mazo con forma de copa rebosante de gintonic apostada a la madera del reposacodos empinados. Las falladas por la Fiscal Paqui en la silla de espera de la peluquería revista en mano y rulos en posición. “¿Te has enterado de que un tío ha matado a su muchacha en Montilla?”. Pero hombre, yo he leído que han fallecido electrocutados, que se descarta un caso de violencia de género. “Algo raro habría”, se responde ante la evidencia de la sinrazón. Todo por no recular, la sospecha eterna por desechar un posible error en el dictamen temprano. “A mí no me cuadra, que yo sé de qué va el tema”, dicen los enteraos de manual cancelador y pedante.
El debate se aleja de las fuentes oficiales. Se fía de los trovadores de clase y moral ambigua. De los portavocillos interesados. Sufren las familias, los amigos, los propios difuntos. Sufren las víctimas. Sufre la verdad. No gana nadie.

Cuánta razón, Paco! Cuánto daño hacen las redes sociales! En esta sociedad parece que todos llevamos un entrenador y un juez dentro.
Es cierto que el tema de las redes sociales es muy preocupante, pero no deja de ser un medio de difusión manejado por personas, es decir, el verdadero problema no son las redes sociales sino las personas que, como dice el artículo, nos creemos jueces y fiscales sin pensar en el daño que hacemos y eso es lo verdaderamente preocupante….que esas personas en estos momentos tengan que agachar la cabeza por saber que están hablando de ellos o pararse a dar explicaciones a pesar del dolor que estarán sintiendo es una aberración de la que deberíamos ser conscientes y hacérnoslo mirar para que no vuelva a ocurrir.
Justo pensé lo mismo cuando leí que había sido accidental ¡Cuánto daño han hecho las leyes de pacotilla!
No se ha podido explicar mejor Paco, el ser humano no se cansa de hacer daño a costa de unas desagradables noticias, desgraciadamente la vida te hace pensar siempre en lo malo pero podríamos pensarlo y no publicar por ahí sin antes saber la verdad, en fin…..
Cuánta verdad dicha en tan poco tiempo, siempre tenemos el chisme por delante de ese dolor que ha sido el la pérdida de dos personas tan jóvenes.D.E P
Querido Paco. Me ha encantado tu artículo.
Por desgracia el maldito morbo que convive con los humanos habrá hecho que hayas batido récord de lectores. Pues sí, porque aún sabiendo que no ha sido un crimen, más de uno habrá dicho… Bueno, voy leer, porque seguro que… porque su tío dijo, o su vecino, qué se yo, vete tú a saber. En fin, espero que descansen en paz y que sus familiares los puedan llorar sin vergüenza.
Guasap?? Yo lo leí en varios periódicos lo de » violencia de género». Cuando salió la verdad desapareció al instante. No es la gente por guasap, son los periodistas en los medios influenciados por los partidos políticos. Una barbaridad. Si hubieras hecho referencia a los medios en lugar del guasap, hubieras sido muy valiente, además de un análisis de la realidad actual.
Totalmente de acuerdo aaa. La primera noticia que leí sobre este asunto publicada por un periódico de Montilla digital enfatizaba en que los cuerpos tenían señas de muerte violenta. Es tremendo el poder de manipulación que tienen y cómo caemos tan fácilmente en la trampa. Más realidad y menos show!!
Me da pena de los hombres en la sociedad que vivimos y de la manera de derechos que tenemos, en cambio a los hombres como madre de varones no tienen ningún derecho y en dos minutos le pueden arruinar la vida. Éste artículo es la pura realidad, es lo que yo he oído y presencié. Hay que pensar que ese hombre tiene familia y que si fuese sido de Montilla, como lo fuesen pasadooo????
NO me alegro de ésta desgracia, pero cuando leí que fue electrocución, me dió alivio bastante, pensar que el hombre no era el malo, sólo intentó salvarla y el también murió. Un pena muy grande. D.E.P