Alcalde candidato vs candidato alcalde

Mientras, a lo lejos, se escuchan tambores, cornetas y se empieza a oler a incienso, aquí sigo yo, en mi habitual zapping radiofónico para informarme de lo que pasa extramuros de mi grupo social. Es entonces cuando me topo con una entrevista a nuestro excelentísimo alcalde de Montilla.

Como paréntesis, diré que nunca me gustaron esos adjetivos autoañadidos a los cargos públicos. Cuando de pequeño recibí un premio —de tenis creo que era, aunque yo de tenista tengo menos que de matemático— y en la serigrafía ponía algo así como “otorgado por el Excmo. Ayuntamiento de Montilla» pensé, ¿lo de excelentísimo no será opinión de cada uno? Desde entonces no me gusta que nadie se autoproclame excelente.

Pero volviendo a la entrevista. Era una entrevista de perfil. No tanto en busca del personaje
político como de la persona. Pero yo, un periodista en busca de algo que escribir para mi columna dominical y al que le deambulaban un par de ideas que no había tenido tiempo de
investigar a fondo, vi una oportunidad de que mis compañeros de Onda Cero Montilla me hicieran parte del trabajo.

Hoy Rafael Llamas y mañana el candidato ‘popular’, Federico Cabello de Alba. Dos perfiles no tan distintos en cuanto al bagaje político municipal de cada cual, es decir, los dos han estado en la alcaldía, a los dos les ha tocado momentos duros de la ciudad en el cargo y los dos se vuelven a presentar.

Y me dio por comparar las entrevistas, sus declaraciones e intenciones. Ambos presentan un
perfil muy humano. Al escucharlos en una conversación distendida como era la que había en la mesa de Onda Cero, me hubiese ido con cualquiera de los dos a tomar una copa de vino.

En lo político no fue tan así. Las entrevistas fueron algo distintas, por formato y duración, la de
Federico fue alrededor de media hora más larga que la de Rafael, lo que dio más juego. Sin
embargo, fue novedoso ver que el del cartel de candidato hizo más rendición de cuentas de su Gobierno —el de 2011 hasta 2015— que el actual gobernante.

En el paradigma de lo paranormal y lo diferente que es Montilla, resultó que el que más hizo gala de gestión fue el candidato y el que el que hizo promesas fue el alcalde. Algo que, tras ocho años de gobierno es de lo más novedoso.

Siempre es curioso percatarse de cómo se tergiversa y retuerce la política hasta el punto de que, al igual que el Ejecutivo puede hacer las veces de oposición desde dentro, el alcalde puede parecer más candidato que el candidato.

Montilla está mal”, le salió del alma a Federico, al hilo de lo que vengo escribiendo. Una frase
que me recordó a ese lema tan simple que le dio la mayoría absoluta a Aznar, «España va bien», pero al revés. Pedro J. Ramírez, primer director de El Mundo, decía en sus memorias que dicho lema era tan simple como cierto.

Por mi parte, y sin ánimo de compararme con Pedro J., no sé si Montilla está mal, pero si puedo certificar que bien no está. Es cierto que en la corredera se vacían los locales y que la
demografía cae al ritmo que disminuyen las inversiones externas.

Rafael contó el agobio que supuso el mantener a Montilla sin agua durante seis días. Federico las noches colombianas sin dormir antes de una operación policial en la que los suyos se jugaban el cuello.

Uno vivió la mayor crisis económica, y deuda municipal, habida y por haber que hemos vivido la generación Z. Otro vivió los momentos más crudos de la pandemia que, aunque no supusiese demasiado cargo burocrático a nivel municipal, fue de los peores momentos que podría vivir una administración pública.

El caso es que es cuestión de cada uno valorar gestiones porque, como dijo Federico, “todos los alcaldes intenta hacerlo bien, aunque unos con más éxitos que otros”. Ahora es cuestión de valorar cuál tuvo más éxito, teniendo en cuenta sus circunstancias y tiempo en el mando.

Paco Cobos

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