Ahora nuestra casa la siento demasiado limpia, demasiado ordenada, demasiado vacía…
Miro con nostalgia vuestras camas y me devuelven una respuesta fría, sin vida, sin calor, sin olor…
Siento la falta de despertares tardíos, de sueños hasta medio día después de una fiesta.
De vosotras, que con vuestra presencia, impregnabais olor a familia y felicidad todo nuestro hogar.
Por los rincones puedo oír el eco de vuestras voces…igual que un niño se pone una caracola para escuchar el mar.
Me falta ese bendito bullicio, esos abrazos, esos achuchones, esas lágrimas a veces, sentimientos encontrados en muchas ocasiones.
Bendito desorden.
Benditas prisas.
Benditas esas horas interminables sentada en un sillón, esperando vuestro regreso de alguna fiesta, mirando el reloj, con el corazón en un puño, hasta que regresabais…incapaz de cerrar un ojo.
Hasta que os sentía conmigo, seguras del mundo
¡bendita inocencia la mía!
Bendito trabajo acumulado, querer más horas en el reloj, benditos madrugones y bendito trabajo extra.
Emociones, sentimientos, amor siempre incondicional mezclado tantas veces con aquella complicidad…
A veces, me pregunto ¿ fue un sueño?
No, no fue ningún sueño, por suerte fue real.
Sabía de sobra que vuestras vidas me eran prestadas por un tiempo.
Hasta que estuvierais preparadas para emprender vuestro propio vuelo.
Hasta que vuestras alas estuvieran lo suficientemente firmes y fuertes para volar.
Pero ¡Dios! que pronto pasó ese tiempo.
Seguimos siendo ramas de un mismo árbol, enraizado a la tierra, que han tenido que distanciarse un poco para poder crecer en cada rama nuevos frutos.
Pero sus raíces siguen fuertes y enteras, y el árbol más crecido.
Llenasteis nuestras vidas…os quiero hasta el infinito.
Ángela Feria Gutiérrez
Pintura sobre piedra de Ángela Guerrero.