Mi charca es la mía. Y yo la suya. Mi charca se junta en El Casino, se harta a gintonic desenfadados, se queda hasta que los echan de todos lados. Resiste más que un gobernante, bebe más que un río, canta más que una estrella del pop mundial, baila más que una bailaora, anda más que un peregrino, encara más que un torero. Lo que le echen. Es una charca llena de graciosetes, borrachetes, liantes, maleantes. Reyes de la noche, príncipes de la pista de baile, pilotos de los coches locos, francotiradores de escopetillas.
Mi charca saca el móvil entre copa y copa. Se enorgullece del que, sabemos, es uno de los nuestros. Pone Canal Sur y se embelesa con el toreo clásico y sin estridencias de Fernando Lovera en las novilladas de la televisión autonómica. Olé Fernandito. Sus huevos ahí, se grita, se comenta, se vanagloria desde el feriante Casino. Olé los montillanos buenos, reconoce la plaza de Linares. Se valora el valor absoluto de los que parecen no tenerle aprecio a su propia vida al tirarse a matar como el que se tira de cabeza a la piscina. Joder, Fernandito, qué mal nos lo vas a hacer pasar. Porque has venido para quedarte, para hacer del ruedo tu vida y de mi congoja tu gasolina. Porque tu debut de traje de luces en Linares es importante e imponente. Porque te superas ante la pena de que el novillo no se haya tirado a la primera después de un buen estoque, a la lástima de que ahora se lleve eso de que el toro se caiga a la primera sin demostrar bravura. Porque hoy has aprendido que un descabello no es fácil, pero sabes que de ahí solo hay mejora hasta Las Ventas.

Porque te superas ante las condicionantes, ante la actuación magnífica del anterior novillero, ante el revuelo que te ha dado el novillo al que le has hecho el quite, quedándote en el suelo con el corazón a mil y la templanza de un funcionario. Con tus medias verónicas que demuestran que vales para esto a pesar de tu corta edad, con tus delantales buenos y tu toreo firme en la Plaza en la que murió Manolete, ilustre cordobés que empezó en Montilla, en tu tierra, en la que ya va siendo hora de que vuelvan a poner la Plaza —aunque sea la plegable de antaño— para que te suframos y disfrutemos en el mismo lugar que tus antepasados plantaron las raíces que ahora te hacen crecer.

Mi charca ve a uno de los que es de su charca brindando el novillo con personalidad a quien a ti te apetecía, al ganadero que te ha dado la oportunidad de dar un paso más en tu sueño de loco canalla. Mi charca saca el pañuelo blanco a los colegas que traen bandejas de chupitos. Piden la oreja para el que se enfrenta a las miradas furtivas sin miedo al rechazo. Mi charca es una banda de sinsentidos y disfrutones. Bribones, conocedores del arte, sinvergüenzas de medio pelo, gente buena, miradas furtivas gente. Ellos son mi charca y yo soy su charca.
