México ’86, Estados Unidos ’94, Francia ’98, Corea y Japón 2002, Alemania 2006, el glorioso Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018. En todos ellos estuvo el del Bombo animando. Con su camiseta rojigualda, su boina negra coronada con la banderilla de España que disimulaba un pelo pobre y su bombo. Ese bombo que se erigía como el líder de los suyos. “El bombo de España”, se leía de forma circular. Lo era. Era el de Manolo, la percusión del tío del bar a los aledaños de Mestalla cuya pasión no era otra que el fútbol y su culmen la selección. Un bar hasta la bola de recuerdos, de instantáneas para la historia, de bufandas de España. Un bar en el que, un día de calor que, no recuerdo ni por qué ni con quién, me cogió en Valencia; nos tomamos una cerveza viendo un partido sin importancia ninguna pero con la misma emoción que si fuera una final.

Manolo tenía problemas de salud. De España a Sudáfrica y de Sudáfrica a España. Los médicos le dijeron que nanai, que se dejase de animar y se volviera a casa. A animar desde el sofá, con emociones flojitas, cerrando los ojos en los córner. Perdiéndose los penaltis para no venirse arriba. Pero España pasó de cuartos cuando todavía rondaba aquella profecía de los cuartos malditos que se acababa de romper en la Eurocopa pero que seguía en duda para los mundiales. Y a él, que lo del sofá se le quedaba corto, le entraron ganas de volver a Sudáfrica. Y allí se plantó con su bombo, dispuesto a vivir las semifinales como nadie, desde la grada, con la batuta del número 12.

Celebró el gol de cabeza de Puyol contra Alemania. Se le encogió el corazón con el pie que Casillas le metió a Robben. Suspiró cuando el pitido final indicó la prórroga. Le envolvieron los redobles de tambor cuando el balón le cayó a Fábregas, señaló a Iniesta como indicando a Cesc que el de Fuentealvilla se encontraba sólo, diseñó la trayectoria del balón con la mirada, y estalló de alegría con el gol de la ansiada victoria. Ese era Manolo el del Bombo, el que se tiró 40 años descontando los días que faltaban para las fechas importantes de La Roja, el que dirigía a la grada como nadie.

El personaje que consiguió ganarse la simpatía de todos los españoles, el mítico animador, el número 12 de La Roja por excelencia, el del Bombo eterno que murió tras su larga lucha contra la enfermedad. Enchufado a un respirador durante el día y a otro durante la noche. Una situación que le llevó a pasar sus últimos días en el hospital. Manolo murió animándose a sí mismo, con La Roja en el corazón, con el aliento de un país que le recordará como parte del éxito de la etapa dorada del fútbol español. Como parte de la historia gloriosa, la magna de la Eurocopa-Mundial-Eurocopa, como la arteria principal que bombea a la afición rojigualda, que la lidera y la guía para mostrarle su apoyo a los héroes. Como parte de la eternidad. Adiós Manolo. Seguiremos animando con tu aliento.

Paco Cobos Periodista
Un comentario en «El del Bombo»
  1. Hasta yo que no me gusta el fútbol, ni comparto que se pague por un jugador tal cantidad de millones que ni sé contar, que me gustan otros deportes por lo que se cobra lo ¿normal? Pues eso, hasta yo sé quién es Manolo el del bombo que lucía la Bandera de nuestro país de una forma tan original.
    Bonito homenaje Paco.
    Descanse en paz.

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