Un día en la vendimia, el origen de Montilla

El despertador

Pip, pip, piip… Ya son las cuatro de la mañana y como les veníamos contando la noticia más relevante de estos días es la visita de Pedro Sánchez a Colombia donde le va a recibir el recién elegido presidente Gustavo Petro para trasladarle las políticas…

Manolín apaga el despertador antes de que su señora se desvele y se levanta después de titubear algunos minutos en la cama, se pone sus gafas de cristales tintados y llega al baño, donde se pega una ducha y se viste con la ropa de faena: botas de campo, pantalón de pintor y camisa de cuadros.

Antes de llegar a la cocina ya se ha echado unos guantes de fregar en uno de los bolsillos, la linterna que se cuelga en la cabeza en otro y se ha enganchado una funda con unas pequeñas tijeras de podar al cinturón de cuero.

Después de haber dormido menos de seis horas lo único que le apetece es tomarse un vaso de leche y una magdalena. Se prepara un bocadillo de salchichón para cuando el hambre apriete y va camino al coche.

Se me vaya a olvidar la gorrilla.

Manolín parte desde Cabra y se dirige al corazón de la Sierra de Montilla, concretamente al Lagar de la Cañada. Allí le espera Camilo, el encargado, con el que Manolín ha perdido la cuenta de los años que llevan trabajando juntos. Todavía no han dado las seis de la mañana cuando, en mitad de la noche cerrada, llegan los mellizos de Monturque, Antonio y Jesús, los más jóvenes de la cuadrilla.

Id tirando vosotros con el tractor que voy a esperar al chaval este que viene a hacer un reportaje. Empezad por la cepa que pelamos ayer.

Eran las 6:03 de la mañana, había llegado tarde, Camilo esperaba y los demás ya estaban cortando uva a la única luz de una linterna pegada a su frente.

Aunque las horas no acompañan la conversación es fluida y se escuchan risas cuando Camilo cuenta algún chiste. Manolín, que lleva trabajando en la vendimia “desde que volví de la mili”, comenta que el lunes se va a traer a “su chiquilla para que aprenda lo que es esto”.

19 años tiene su hija, la misma edad que Manolín cuando volvió de la mili. Está haciendo la carrera de química en Granada, y ha sacado cuatro matrículas de honor en el primer curso.

Pero, aun entendiendo lo sacrificado que son los estudios, su padre quiere que entienda el sudor que cuesta mantener una casa.

Cuando amanece, aunque esté rodeado de una neblina que me atrapa, comienzo a apreciar dónde me encuentro. La tierra albariza desprende la humedad del rocío de la mañana y el frescor del aire me traslada el dulce olor de la vid. Es entonces cuando empiezo a percatarme de la línea en la que termina el cultivo y comienza el cielo.

Me encuentro en una zona de calidad superior de la Denominación de Origen Montilla Moriles, en el Pago de Benavente Alto, de donde surgen los mejores vinos de la zona y algunos de los más característicos del mundo. Me encuentro en el corazón del vino, en el punto de partida del caldo de los dioses y por fortuna, de los mortales que lo prueban y se enamoran, más que de un vino, del fruto de una tierra.

El ‘jefe viejo’

-(7:32 de la mañana) Ya está ahí el ‘jefe viejo’.
Se refieren de forma cariñosa a Don Rafael Córdoba, dueño del lagar, que llega en su flamante porsche desde el que da sus indicaciones. A sus 82 años de edad es de los primeros en llegar y de los últimos en irse.

Camilo recuerda cómo hace años, ‘Camilito’, su hijo mayor, le dijo que iba a dejar la FP de mecánica:

Lo mandé a la otra punta de la finca por tal de no verlo del cabreo que me cogí. Don Rafael me lo notó y se lo tuve que contar.

A los pocos minutos, ’El jefe viejo’ se acercó al muchacho y no tardó en convencerlo de que siguiera estudiando. A día de hoy, ‘Camilito’ tiene su propio taller.

Al final no quieres que tus chiquillos trabajen en esto, prefieres que tengan su carrera y salgan bien situados. Comenta Manolín, consciente del despertador a las cuatro de la mañana, los dolores de espalda y un sueldo que llega para lo justo.

Por todo esto no hay la gente suficiente en el campo y ahora la mayor parte de la uva se siembra en espaldera para que la pueda recoger la cosechadora, además de serle más rentable al empresario.

Hoy ya es que solo queda un resto y por eso estamos cuatro. El otro día éramos 18, pero es que antiguamente nos juntábamos más de 40 jornaleros.

El peor año para la uva

Las horas van pasando y, poco a poco, se va llenando el remolque, aunque ahora cuesta más que años atrás. La sequía y las sucesivas y largas olas de calor han mermado la uva hasta mínimos históricos.

Para llenar un esportón, algo más de 20 kg de uva, hace falta cosechar cuatro o cinco cepas, mientras que otros años bastaba con una sola.

Por suerte, aunque hay poca uva, la calidad es buena y, si bien será algo más caro, Camilo podrá disfrutar de una copa de Fino Gran Barquero y una tapita de queso con la satisfacción de haber sido el primer eslabón de la cadena.

Y, terminada la jornada, con callos en las manos, dolores de espalda y después de haber cargado decenas y decenas de esportones, los jornaleros se despiden hasta el día siguiente, cansados, pero con la satisfacción de un trabajo bien hecho y la sensación de hacer día tras día una labor de una relevancia extrema.

No se equivocan, pues la vendimia es el origen y la ciudad de Montilla su resultado.

Paco Cobos

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