Los maestros también lloran….

Si ser maestro tiene mérito y ser un buen maestro roza la excelencia, donde el creer, querer, saber y poder, son los pilares de la acción educativa, el PODER llevar a cabo lo que pretendemos hace que muchas veces la frustración, la desesperación, la desgana y la nula motivación cieguen nuestras ganas de seguir, al entender que hay factores externos o internos que lo provocan y que nunca imaginé que podían suceder.

Los maestros también lloran, tienen corazón, sentimientos, expectativas, proyectos y no siempre se pueden aceptar los “linchamientos” que a veces algunos docentes reciben por el hecho de que algunos “quieren ser maestro sin serlo”, ignoran los límites y hacen juicios cuanto menos osados, donde no tienen en cuenta los sentimientos del docente, ni el entorno que le rodea y que muchas veces es ajeno a estas situaciones.

Hoy por hoy, hay que aguantar situaciones y circunstancias que a veces rozan el insulto personal, la revancha, la ira e incluso la agresión verbal y en ocasiones física.

La mayoría de las familias tienen una actitud ejemplar, pero hay maestros que lo pasan muy mal, que entran en situaciones de injustica que los lleva a estados de ansiedad y les produce un desequilibrio que no beneficia en absoluto al resto de alumnado, familias y propio profesorado.

No puede ser “tan barato” calumniar, difamar, inventar historias que generan historias colectivas o como mínimo generan “mierda” sobre quienes tienen que padecer estas circunstancias, generando un estigma injusto y etiquetas que en nada favorecen a nadie y menos a los propios interesados.

Sería más rentable proteger, alentar, animar, investigar situaciones que generan injusticia y frustración en quienes las padecen.

Existen trámites para realizar las cosas bien, pero a veces la complejidad de los asuntos, la comodidad, la falta de apoyo y la falta de empatía pueden provocar no dar la importancia a situaciones que sí la tienen y que hay que cortar de raíz.

Cualquier profesional, tiene derecho a su privacidad, a disfrutar de su familia, de su pareja o a utilizar su tiempo como buenamente lo considere, sin tener interferencias, insultos, invenciones, desconfianzas, cuestionamientos innecesarios.

La empatía suaviza la ansiedad, el estrés, las situaciones incómodas que pueden llevar al maestro a un estado emocional de desequilibrio que no favorece en nada al propio docente, a su familia, a las familias y al centro en general.

Todos entendemos que, en esta profesión, en esta dedicación absoluta, hay que tener estrategias útiles y variadas para dar respuesta a situaciones concretas y entendemos que debemos gestionar nuestras emociones de forma adecuada porque sabemos muy bien dónde estamos, cuál es nuestra función y que pueden aparecer en nuestro camino, de forma imprevisible generando inestabilidad.

Siempre he defendido el derecho del alumnado, pero al mismo tiempo el cumplimiento de sus deberes, con límites y dentro de la armonía necesaria entre las partes. Siempre he defendido la necesidad de cumplir fielmente con las obligaciones del profesorado, pero también defiendo el derecho del docente a ser protegido en situaciones de injusticia, provocadas muchas veces por situaciones varias , en ocasiones ajenas al propio centro y a la propia realidad educativa.

Si dentro del profesorado pueden existir personas que necesitan mejorar su nivel emocional para saber gestionar las situaciones, igualmente es necesario exigir lo mismo a aquellas personas o familias que consideran que todo es posible, con derecho a todo, incluso no respetando los mínimos derechos del profesorado.

Es necesario no caer en la trampa de la escusa del menor para no recibir la sanción o la corrección correspondiente de la propia familia o del propio docente, creyendo que nuestros hijos son los mejores, los que nunca han roto un plato o los que, sin hacer un favor, los consideran como impolutos en su conducta.

No olvidemos que los niños, al igual que los adultos, se compartan de formas diversas dependiendo del espacio o de la autoridad que lo observa. Sería muy bueno conocer las actuaciones que se llevan a cabo en el aula y sancionar indistintamente a quienes no cumplen con sus obligaciones, sean del sector que sea.

El alumnado debe ser protegido de cualquier agresión verbal o física, más aún cuando las nuevas tecnologías dejan indefensos a muchos de ellos, enmascarándose detrás del anonimato e igualmente necesario proteger al profesorado de agresiones verbales o físicas y de aquellos procedimientos que se enmascaran detrás de las tecnologías, creando corrientes de opinión, que no hacen más que dañar al docente, generar desconfianza, echar mierda para desprestigiar la propia labor de entrega y dedicación.

Si no es así y hay incumplimientos, igualmente hay que utilizar los procedimientos adecuados para que se exijan las obligaciones propias de un docente.

Reconocer la labor docente es la mejor tarea que tenemos entre manos, más aún a sabiendas que un profesorado motivado, querido, y aceptado, siempre va a ser lo más apropiado para que en el centro se generen espacios de convivencia que permitan enseñar y enseñar en paz y con valores que a todos nos hacen mucha falta en los tiempos que corren.

Ser maestro, no es un juego, aunque se enseñe jugando. Ser maestro es un arte y a quienes debemos respeto y consideración y, en caso contrario, utilizando los procedimientos adecuados para la resolución de conflictos.

Los maestros y maestras también lloran, también tienen corazón, también sienten y padecen, también son personas que no tienen por qué aguantar todo lo que a cada uno se le ocurre.

A todos los docentes que no atraviesan por buenos momentos en unas fechas donde se prodigan los actos de reconciliación, de amistad, de cariño, de buenas intenciones y de propuestas para el año venidero y que deben continuar siempre. Ser maestro en los tiempos que corren no es nada fácil. ¡Queramos y respetemos a los que tienen la bonita y difícil tarea de enseñar y educar en valores que nos hagan crecer como personas!

Paco Llopis Maestro

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