La decadencia del ocio montillano

Me crie con dos hermanos mayores. A la edad que yo comenzaba a tener conciencia de las cosas, ellos empezaban a salir, a tomarse su primera cerveza… En definitiva, ellos aprendían a ser adolescentes y yo, de la noche a la mañana, me enteraba de lo que pasaba. Escuchaba, en la medida de lo posible, sus planes y tomaba nota.

En mi casa se hablaba de Jarata, de Korea, de Terraza, de Damajuana… y en mi cabeza pensaba que tenía que estar chulo eso de empezar a salir y poder entrar en los sitios de mayores. La típica prisa que tienen los niños por crecer y que con el paso del tiempo no llegas a entender el por qué al echar la vista atrás. Supongo que con la edad aprendemos a tomárnoslo con calma, a que cada cosa llega a su tiempo.

Así que, con las ganas del recluso que cuenta sus días para salir de la celda, llegó la edad con la que se empieza a salir. Recuerdo Korea lleno de chavales mientras yo me instruía en el noble arte de la noche, bebiendo, aunque ahora no podría ni probarlo, un ginebra con limón. Ese arte incluía colarme en sitios a los que legalmente no podía entrar, bien haciéndote colega de los porteros o bien sorteándolos de alguna que otra forma.

Aquel verano ya no hubo Damajuana y Jarata había cerrado, solo quedaba Terraza para monopolizar el ambiente montillano. Eso sí, ni un minuto más del establecido por la ley, o se arriesgaban a ser denunciados por sus rivales, en el siguiente capítulo de una guerra que ni sé quién la empezó ni me importa. Una guerra en la que no sé si hubo ganadores, pero perder, perdimos los jóvenes montillanos.

Las quejas de los vecinos se cargaron bares como Open y Korea, así que, poco a poco, fuimos perdiendo el mínimo ambiente que quedaba en nuestra ciudad hasta quedarnos con dos lugares, en los que, de vez en cuando, podíamos tomarnos una copa a partir de las dos de la mañana. A algunos les parecerá una locura este artículo, esta descripción de la vida social de un joven montillano. No sé si alguna vez me han instado a que pida perdón por tener 20 años y querer tomarme una copa por la noche, pero muchas veces sí que me lo ha parecido. A todo esto, llegó la pandemia, el dichoso COVID, que resultó la estocada final a un toro que venía pidiendo clemencia desde hacía tres o cuatro tropiezos.

La resaca de la Noche Blanca

Actividades como la Noche Blanca son acertadas, mueven el municipio y la hostelería local, pero no solucionan el problema de fondo que tiene nuestra ciudad, y es que, en la inmensa mayoría de los fines de semana del año, Montilla está muerta.

Por otra parte, la Noche Blanca 2022 fue más bien flojita, dejando huérfano el corazón de Montilla, la Plaza de la Rosa, y quedando tres escenarios con artistas menos relevantes después del cambio de fecha. Si algo puede definir a nuestro gobierno municipal, más allá de errores o aciertos, es la improvisación de su gestión. Aparte de tener buenas ideas, hace falta un plan definido, o si lo hay, como el reglamento para coordinar los eventos de asociaciones, peñas y clubes, aplicarlo.

La segunda fecha elegida era una semana después de la Noche Blanca de Córdoba y, lo más importante, coincidía con la Feria de Montemayor, en la que acabó parte de la juventud montillana en búsqueda de algo más de lo que Montilla ofrecía.

Después de ver como solo uno de los escenarios era capaz de mantener el ambiente, me dio por recordar las historias de nuestros hermanos y padres en las que nuestra ciudad se llenaba de un entorno que incluía a los jóvenes de los pueblos vecinos, siendo ahora los montillanos los que abandonan nuestra ciudad en busca de algo de fiesta. Pablo, de diecisiete años, al preguntarle por el ocio del que los adolescentes habían podido disfrutar durante el curso comentaba que: “o nos vamos a Montalbán, La Rambla, o Moriles u organizamos un campo, porque en Montilla lo único que hay es la plaza y va por días».

Es interesante pensar el por qué la gente de bachiller de Montilla, todavía sin carné de coche, se busca las habichuelas para ir a tomarse una copa a pueblos a los que nuestra localidad supera por más de 15 mil habitantes.

Habrá terraza de verano

Eso sí, si de algo puede presumir Montilla es de su gente, de aquella que no la da por muerta. Después de la polémica parece que la Feria del Santo se hará como los años prepandemia, que habrá casetas y que los montillanos podremos volver a presumir del ambiente que generamos. Serán cuatro los días en los que vamos a salir con ganas y volveremos a dar nombre y publicidad a nuestra localidad. Pero serán cuatro días.

Por suerte, aún quedan algunos inversores locales y volverá a haber terraza de verano en el recinto de Jarata, con otro nombre. El Rebate apuesta por montar una terraza de verano que pueda abarcar todos los ambientes posibles. Terraza que podría estar a punto para el fin de semana anterior o posterior al de la Feria del Santo y que contaría con autobuses para subir y bajar del centro.

Trabajando día y noche para superar las dificultades que se ha encontrado, comenzando por encontrar un sitio alejado del centro para evitar las quejas de los vecinos y, una vez encontrado, habilitando una nave abandonada sin luz ni agua. Eso sí, Manuel Morales destaca el apoyo del Ayuntamiento, tanto por parte del alcalde, Rafael Llamas, y el concejal de festejos, Miguel Sánchez.

Nos alegra ver las buenas intenciones de nuestros ediles, solo falta ver si el verano, en el que parece podremos tomarnos algún que otro rebujito, es una señal de remontada o se queda en un simple espejismo antes de que vuelvan las calles desérticas con el mes de octubre.

Paco Cobos

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