Juega nuestra Españita. Vientos alemanes, futboleros y no políticos por suerte, soplan desde el norte hasta llegar a los cimientos de las casas, donde las bases retumban a ritmo de oé oé oé y los mandos cambian de canal en la caja tonta. Juega ‘el España’ , aquel equipo del que somos cuando llega verano y del que nos quejamos cuando nos corta la liga para ofrecernos un amistoso sin interés. Rueda el balón en el campo y se disparan los insultos en el Congreso.
Se cambia de tercio, se deja de hablar del ‘a la mierda’ de la Yoli o de su ademán de salida a lo Xavi Hernández y comienzan los españoles a sacarse el curso de seleccionadores nacionales: Pero hombre, tontoelpijo, como pones al pechofrío de Morata que no sale del fuera de juego, ¡gooool! Vamos Morata siempre confié en ti.
Se obvian los encares de la Marijesu porque para encarar ya está el tal Lamine Yamal después de hacer los deberes de Lengua para el verano. Dejan de ser el centro de atención sus desmanes de hooligan vicepresidencial que insulta al contrario por el hecho de serlo, sus jaleos al todopoderoso defensor de los derechos de los ciudadanos frente a la magnífica ultraderecha tipo –y no esas de marca blanca que lidera el gallego–. Ya quisiéramos 54 millones de Marijesu animando a la Roja y no a la Zurda. Pero a falta de ellas, se cantan alineaciones y se abre un calendario vacío con un único mensaje: «No hay elecciones y sí Eurocopa».
Marca Fabián, para un penalti el Zamora de la liga para dejar la portería a cero en partido de estreno, saca el balón Rodri, nos cuelan un golazo por la escuadra en forma de Amnistía, ya publicada en el Boletín ese que dice cosas Oficiales del Estado (BOE), se certifica la desigualdad en el césped y en la tierra del aquí para allá con la financiación autonómica. Se cuelgan balones al área y plantan alfombras rojas, seseantes de boca andaluza propia de la Marijesu, a los que nos miran por encima del hombro. ‘Ahora mismo president a l’exili’, ‘Visca el España‘, se escucha por esos micros que cogen lo que los defensas le dicen al cogote a los delanteros en los córners.
Se disputa el balón en duelos áereos, cabecean los fiscales del Supremo contra un tal García Ortiz que dice ser el que manda en aquello de que se tiene que aplicar la nueva norma para que malversar fondos públicos quede impune porque se hizo en catalán. Joder, si en lugar de Carles se llamase Pepe y fuese un inspector de trabajo más listo de la cuenta afincado en San Telmo.
Y, mientras se escucha aquello de ‘árbitro cabrón’ o ‘jugadores mercenarios’ en la Cámara Baja, nunca mejor dicho, cambiaremos las tornas recriminando una ‘entrada desafortunada’ o un ‘error de bulto por parte del árbitro’ en la barra del bar mientras juega nuestra Roja, que no la de la Marijesu y sus golpes en el pecho.
Porque, si bien siempre ha sido el fútbol el que se asomaba a los acantilados balcones de la política y tejía peligrosos entramados en el palco, es ahora, más que nunca, cuando la política se quiere parecer al fútbol en esta nuestra Españita.
En mi casa la Marijesus se le llama la esquisofrénica, ministra de economía niño, casi na.