Este otoño, cualquier ciudadano demócrata que se pare a pensar un poco y que no haga seguidismo borreguil de sus opciones políticas, debería estar muy preocupado por lo que está pasando en el Tribunal Supremo.

Nos encontramos con un Señor que en plena pandemia, pega un pelotazo de dos millones de euros vendiendo mascarillas a precios muy superiores al habitual aprovechándose de la escasez mundial de esos productos, no sé a ustedes, a mí, quien se beneficia de la desgracia ajena, ya me parece bastante falto de moral, si además y siempre presuntamente, consigue facturas falsas para defraudarnos a todos en Hacienda, el asunto no tiene un pase, pues bien sobre este tema, quien ha estado estos últimos días sentado en el banquillo de los acusados, no ha sido el delincuente fiscal, según el escrito de su propio abogado, sino el Fiscal General del Estado.

Al parecer, este alto representante de las Instituciones del Estado, salió a desmentir una afirmación lanzada por cierto señor que no ha presentado otros argumentos que el hecho de tener el pelo blanco y eso siempre da mucha veracidad a las cosas, no hay más que ver a Papá Noel, ¿Quién duda de este venerable anciano de pelo blanco?

Pues bien, después de celebrada la vista oral, según la mayoría de los expertos que he leído en prensa o visto y escuchado en la televisión, no hay pruebas que acrediten, sin margen de duda razonable, la culpabilidad del Fiscal General del Estado. El caso está visto para sentencia.

Ahora me pregunto, ¿Qué pasará si el acusado sale absuelto? ¿Qué habría pasado si el Fiscal General del Estado hubiera dimitido como salieron a exigir los de un bando? ¿Qué dirán y escribirán todos los que salieron en tromba a pedir su cabeza? ¿Les parecerá una sentencia justa y la acatarán o seguirán haciendo ruido? ¿Se pedirán responsabilidades al juez instructor por la presunta chapuza judicial? ¿Era una chapuza o era otra cosa más inconfesable? ¿Aceptarán su derrota quienes pretendían cargarse al Presidente del Gobierno con la bala del Fiscal General del Estado o seguirá el tiroteo?

También puede pasar que lo condenen y entonces las preguntas son otras ¿Se ratificará la sentencia condenatoria cuándo un asunto de esta gravedad llegue a los tribunales de la Unión Europea?, ¿Dimitirá alguien en las altas instancias de la judicatura si la justicia europea quita la razón al Tribunal Supremo del reino de España?, ya ha pasado, por ejemplo con las clausulas suelo de las hipotecas de los años de la burbuja inmobiliaria y aquí no dimitió nadie, ni siquiera tengo constancia de que pidieran perdón por los daños causados a tanta gente que fueron desahuciados por aquello.

Como ciudadano, tengo serias dudas de la imparcialidad, de la objetividad y de la calidad profesional de la cúpula de nuestro sistema judicial. Cada día oímos hablar de jueces progresistas o jueces conservadores y nos resulta escandaloso, pero es lo mismo que pasa en todas las profesiones, también hay médicos progresistas y conservadores, pero a nadie se nos pasa por la cabeza pensar que, si somos rojos y nos toca un médico conservador o, al contrario, no nos va a curar con profesionalidad e independencia de las ideas de cada uno.

Por eso, como digo en el título de esta reflexión, ya hay un condenado en este juicio y es la democracia, la credibilidad de las instituciones y el respeto ciudadano. Me parece inconcebible que partidos que aspiran al gobierno deslegitimen al gobierno, no puedo entender las peleas por los nombramientos del Consejo General del Poder Judicial y que se diga que los jueces elijan a los jueces, olvidándose de que nuestra Constitución dice que “Todos los poderes emanan de la soberanía popular” y esta soberanía está representada en la Cortes Generales que es en lo único en lo que participamos los ciudadanos.

Esta democracia ya ha sido condenada, los partidos la han condenado por sus ansias de poder sin que, en demasiadas ocasiones nos expliquen para que quieren el poder.

Esta democracia capada, donde los representantes del pueblo no responden ante el pueblo sino ante las ejecutivas de los partidos que les ponen en las listas, esta democracia en la que sus señorías pagados con el dinero de todos, no debaten de ideas para mejorar la vida de la gente, sino que se dedican a insultarse y a sacar lo más bajo de las miserias del ser humano, la avaricia, la deslealtad, la mentira esa que no es delito, la falta total de empatía hacia el diferente, como si todos tuviéramos que ser iguales ¡Si hasta en nuestras casas somos todos diferentes!

Solo me queda confiar en que los responsables de dictar sentencia en este juicio, desde mi punto de vista absurdo, lo hagan pensando en el bien de la nación, no en los intereses personales o políticos que algunos pudieran defender o representar.

Ángel Diez de Miguel Reflexiones desde la higuera

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