Lejos de quedar atrapado en los números y las cifras propias de un doctor en Economía, el pregón ofrecido por Antonio Pulido Gutiérrez en la sacristía de la 70 Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles supo desfilar entre los elementos culturales y los recuerdos personales para terminar ofreciendo un brindis colectivo con “el mejor vino del mundo”.

Miguel de Unamuno, Pablo García Baena o Miguel de Cervantes –siempre orgullo para alguien natural de Castro del Río, uno de los 17 municipios de esta DOP Montilla-Moriles— aparecieron por el discurso del presidente de la Fundación Cajasol, presentado en el generoso patio de Bodegas Pérez Barquero como nuevo Capataz de Honor de la Vendimia montillana en la palabra de Jesús Vigorra. Y como testigos el alcalde de la localidad, Rafael Llamas, la presidenta del Consejo de Estado, Carmen Calvo, el presidente del Parlamento de Andalucía, Jesús Aguirre, y el presidente de la Diputación, Salvador Fuentes, entre otras autoridades.

Para quien recogía el testigo, como embajador de los vinos Montilla-Moriles, del dramaturgo montillano Juan Carlos Rubio, “cada barrica, cada botella de nuestro vino encierra un universo, un despliegue de habilidades, de ciencia, técnica, sensibilidad y paciencia”, marcando en su perfil más economista que “cada vendimia exige adaptación, inversión, empleo de la ciencia y planificación” como parte de un camino que recorre un sector “sólido”, que “ha pasado y pasará por algunos momentos de dificultad de los que se recuperará gracias a la calidad del producto y a la tenacidad de todos los agentes implicados”.

Y desde estas afirmaciones venenció un discurso que sacó la versión más personal de Pulido, esa que quedó pegada a las tierras albarizas de vides y a las tertulias de taberna. “En los contraluces de nuestras bodegas, en sus aromas, en sus barricas, el tiempo se esconde hasta que llega el momento de ofrecerse al mundo en cada copa”, clamó desde el reconocimiento sincero a la cultura del vino, “cultura que emociona, que crea comunidad y que invita a sentir. A sentir y a avanzar”.

Las palabras de Antonio Pulido conformaron el acto más institucional y protocolario de la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles, de nuevo organizada por el Ayuntamiento de Montilla, el Consejo Regulador de la DOP y la Hermandad de la Virgen de las Viñas, instituciones que completaban la terna de habituales distinciones anuales de la vendimia con el nombramiento como Capataz de Bodega del montillano Miguel Sánchez Luque, vinculado toda su vida profesional a Alvear, y como Capataz de Campo el pontanés Antonio Calzado Sebastianes, agricultor y miembro del Consejo Rector de la Cooperativa Vitivinícola La Purísima de Puente Genil desde 1986.

“Nuestra vendimia merece ser celebrada”

En su intervención de agradecimiento por el pregón de Antonio Pulido, el alcalde de Montilla reconoció que la “vendimia trasciende de la mera actividad productiva para enraizar con la idiosincrasia de nuestra tierra y nuestras gentes”. Y por eso, nuestra vendimia merece ser celebrada, afirmó en referencia a una de las fiestas de la vendimia más antiguas de España “como expresión de identidad colectiva porque el vino de Montilla es mucho más que vino: “es cultura, paisaje, memoria compartida y orgullo de todo un pueblo”.

Con el pregón y el nombramiento de su Capataz de Honor, Montilla avanza en la celebración de unas fiestas que combinan tradición, cultura y proyección internacional, y que se consolidan como un referente del calendario festivo y enológico andaluz desde el barrio del Gran Capitán,
geolocalizado en el triángulo de tres bodegas urbanas centenarias –Bodegas Navarro, Bodegas Alvear y la mencionada Pérez Barquero— en una ciudad que estos días recoge los aperos de una vendimia, marcada por el mildiu y la escasez de la cosecha, pero presta ya a iniciar el milagro de la conversión del mosto en vino.

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