• Con blanco hija, con blanco.

Yo lo sé porque desde que tenía seis o siete años impera una imagen en mi cabeza cada vez que una gota de tinto derrama los tejidos de las camisas regaladas que se llevan en días importantes, de bohemia, de borrachera. La imagen es la de mi madre, que, a esa edad que digo que tenía yo, salió corriendo a la cocina después de que se le cayese media copa de un buen tinto que mis padres apuraban con una carnecita —celebrando no sé qué— sobre la alfombra persa del comedor. Imagino, digo, que era persa, o que intentaba serlo, porque de Carabanchel no tenía pinta.

Llegó con una copa de blanco y la echó al suelo con ímpetu mientras yo ponía cara de estupefacción pensando que mi madre la había liado parda echando más leña al fuego y que la alfombra iba a pasar de elegante y sobria a echarse en la barra de un bar más mojada que un paso de Semana Santa con coraje y sin suerte, y con un olor a vino que echaría para atrás a las demás alfombras, que la mirarían con desprecio.

Pero no, llegué al día siguiente y la mancha se había quitado. Y me di cuenta de que el tinto se quitaba con blanco; al igual que me fui dando cuenta de otras tantas cosas por los procesos de prueba y error de la vida. Pero hay gente a la que no se le ha caído nunca media copa de tinto sobre la alfombra persa, o que no ha caído en que se le puede echar agua al restillo de jabón, o que se puede arreglar un mal negocio con una birrita fresquita.

Hay peña que nunca se ha visto en un aprieto, que nunca se ha quedado sin pasta a final de mes, que no le ha tocado cenar pipas una noche de domingo, que no se ha colado en discotecas cambiándose la camisa con su colega, que no ha corrido delante de la policía, que no le ha dicho a la tía que le molaba, pues eso, que le molaba. Hay gente que ha vivido una existencia sosa y en la que han bebido mucho menos vino del que deberían.

  • Eso que bebes es blanco ¿no?
  • Es Fino, y Gran Barquero, así que ni se te ocurra mirarlo. Antes de desperdiciar este caldo te compro yo una camiseta nueva.

Y así ha sucedido el sábado madrileño, en la barra de La Beoda, mientras las copas de Fino, de Oloroso y hasta de Palo Cortado —Gran Barquero, por supuesto— se han servido a pares intercalándolas con la invitación por parte de Ricky —dueño y querido hostelero que se apunta al Fino los domingos— de botellas de Codorniu rosado que caían entre nuestra mesa y la de su novia, una chica muy maja con la que he estado dándole al palique con el tema de los cribados y las responsabilidades políticas. Un buen lugar para tomarse algo de la tierra, de la nuestra. Así que si van por allí, ya saben, péguenme un toque.

Paco Cobos Periodista
Un comentario en «Con qué se quita el tinto»
  1. Jajajaja, cómo me he reído, qué ocurrencias las tuyas y las de tu madre.
    Espero que si algún día paso por La Beoda y tú estás allí me dejes invitarte a un delicioso palo cortado, eso sí, Gran Barquero, por supuesto.

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