Estoy en el bingo. No sé muy bien por qué ni cómo, ni tengo ninguna de esas respuestas a las preguntas que suele hacerse uno cuando acaba en un sitio en el que no esperaba. Es el Canoe. Habitáculo kilométrico por excelencia para viejas de ciudad afincadas en la Castellana madrileña. También paso previo al karaoke para los asiáticos pseudoludópatas que quieren probar aquello del bingo, juego de azar nacido de entre las entrañas de esta nuestra españita en la que nos gusta gritar a los siete vientos que tenemos más suerte que nuestro vecino.

Por lo visto, también es sitio de merienda de los sábados tarde de las amigas sesentonas, sitio de copas predilecto de los colegas de colegio mayor hartos de los afterworks pijos de Ponzano. Ha salido el 11, lo tenemos. Nosotros nos hemos prometido que lo que cantemos y lo que perdamos será a pachas en una de esas muestras de comunismo que tenemos los más liberales del hemisferio cuando se trata de amistad, cerveza o pipas, caviar de parque.

No hay manera de tachar tres números seguidos y la del moño me mira mal, como si yo fuese un turista alemán de calcetines y chanclas en un chiringuito chic de Mallorca, mientras saborea un ducados rubio que parece mantenerla en vida tras sus constantes desengaños con el rotu y el cartón. 85, tacha, Javi, tacha, le digo a mi colega que me sujeta el rotulador mientras yo escribo estas líneas de farándula y bohemia castiza.

Han cantado el 43 y acto consecutivo bingo. No nos toca, como era de esperar y para tranquilidad de los reservados caros de Pachá, Graf o Gabana. Menos mal que no nos ha tocado. Imagínense como hubiese salido esta crónica. Piensen como hubiese acabado la cosa. Quizá ni si quiera me estarían leyendo porque terminar de escribir hubiese sido más complicado desde un reservado de Gabana que desde el Ginger, pub al que hemos llegado porque La Pocha estaba hasta la bola y encima la muestra siempre era el uno de bastos. Puede ser que estuviese ahora tirado a la bartola en un barco de alquiler, hartico de pasta y pensando qué escribirles a ustedes, que es domingo y no tengo nada que publicar. Pero, por suerte, han sido otros los que han cantado bingo.

Paco Cobos Periodista

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