Al hilo de las últimas noticias sobre falsos currículums de determinados políticos que presumen de honestidad, formación y eficacia en la gestión, cabe reflexionar sobre cómo queremos que sean nuestros representantes públicos, cual queremos que sea su formación académica, su experiencia laboral, su experiencia vital, sus aptitudes, sus habilidades, especialmente sus habilidades sociales, su empatía, su capacidad de trabajo en grupo o en solitario, en fin, necesitamos saber que saben hacer y como saben hacerlo para que les encarguemos la gestión de lo que es de todos.

También debemos pensar que si realmente queremos que sean nuestros representantes y no los de los partidos políticos que los colocan en las listas. Ahí, en los parlamentos, las diputaciones, o los ayuntamientos deberíamos tener gente que se parezca a nosotros, que sea como nosotros, trabajadores manuales, agricultores, cuidadoras de niños o de ancianos, maestros, administrativos, funcionarios, camareros, médicos y enfermeras, periodistas, repartidores, comerciales, incluso parados; Si se parecen a nosotros seguro que les es más fácil entender y buscar las mejores soluciones para nuestras necesidades del día a día, que para eso les elegimos, no para que nos digan como tenemos que vivir, que ya somos mayorcitos, eso se lo tenemos que decir nosotros, queremos una sanidad y una educación de calidad, buenas carreteras, salarios y pensiones dignas, unas fuerzas y cuerpos de seguridad y una judicatura eficaces en la protección de nuestros derechos, protección social para quien la necesite, en fin esas cosas que se llama el estado del bienestar, luego son ellos los que deben diseñar y ejecutar, con la ayuda de los técnicos, los procedimientos necesarios para satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

El Estado necesita disponer de los mejores técnicos, de los mejores servidores públicos profesionales, los mejores especialistas en derecho, economía, ingeniería, cultura, medicina, educación, etc. Estos son los que deben ejecutar, siempre de acuerdo con la ley y sin la más mínima corruptela, las acciones necesarias para satisfacer las aspiraciones de vida de la mayoría social, con escrupuloso respeto a las minorías. Estos servidores públicos son elegidos mediante oposiciones en los que, según la ley, priman el mérito y los conocimientos técnicos de sus respectivas especialidades y estos están o deberían estar al servicio exclusivo de los ciudadanos que les pagamos el sueldo. Por supuesto se comprueban, como no puede ser de otra manera, los currículums y el resto de méritos que se aportan.

El Estado también necesita de los políticos, ese debería ser uno de los trabajos más nobles, trabajar para el bienestar de tus conciudadanos, desgraciadamente en demasiadas ocasiones, vemos políticos que lo que más piensan es en comerse el pan con el sudor “del d’enfrente”. Luego aparecen los escándalos, los “Y tú más” que no resuelven nada, pero cabrea a todos y va generando un clima que enrace la convivencia y enfrenta a unos ciudadanos honrados con otros ciudadanos honrados y todo eso por la falta de honradez de cuatro mangantes embusteros.

Pero ¿Cómo se elige a los políticos? Estos no pasan oposiciones ni, por lo que estamos viendo, necesitan acreditar titulaciones ni experiencia. Para ser político es necesario inscribirse en los partidos, si quieres hacer carrera desde abajo, en sus formaciones juveniles, desde ahí, no sé si por méritos, o por disciplina, o por peloteo, los más listos, que no necesariamente coinciden con los mejores, van ascendiendo pegados a sus mentores hasta que se hacen un hueco y empiezan a obtener carguitos, cargos o cargazos, mucho mejor pagados que los trabajadores normales de la vida real.

Esos sueldazos, además de alejarlos de la vida real, crean adicción y para seguir manteniéndolos, para que no les dé “el mono”, tienen que seguir peloteando y siendo absolutamente acríticos con sus jefes, lo que sorprende es que sus jefes ni siquiera controlen los curriculums de sus aprendices de brujo, ¿Quizás porque ellos mismos los tienen adulterados? ¿Quizás porque en política “parecer” es más importante que “ser”? Estas prácticas deberían estar severamente castigadas, quien falsifica un currículo para trabajar en una empresa engaña a esa empresa y puede ser despedido, quien los falsifica para trabajar para el Estado está engañando a todos nosotros y por acción u omisión, lo hacen con la complicidad y la colaboración de su partido político.

El Estado se estructura de forma jerárquica en sus instituciones públicas y también en los cargos, así desde el jefe del Estado hasta el último funcionario cada cual sabe, o debería saber, cuáles son sus funciones y sus obligaciones, en base a esa organización, corresponde a los cargos electos, a los políticos, diseñar las acciones a ejecutar para cumplir lo que prometieron, (no se rían, por favor) y a los funcionarios garantizar que todo ello se hace cumpliendo todas las leyes y los requisitos vigentes.

Es difícil de entender que para que un ciudadano trabaje en un ministerio, además de aprobar las oposiciones, se compruebe su currículo y para ser el líder de ese ministerio, para ser ministro, subsecretario o director general además de que las únicas oposiciones que aprueban es el visto bueno de su partido, tampoco se comprueben sus currículums ni sus méritos.

Después de algunas reflexiones con la canícula domesticada por el aire acondicionado y una cervecita fresca, he llegado a la conclusión de que no es necesario caer en la “titulitis”, a los políticos no debemos exigir que tengan titulaciones, ni experiencia laboral ni siquiera experiencia política en la lucha por el poder, lo que si debemos exigir es que tengan vergüenza y honestidad, que no nos mientan, ni en el currículo ni en las campañas electorales, que no nos crispen y nos enfrenten, que colaboren para que todos colaboremos, que respeten las leyes, que sean conscientes de que trabajan para nosotros y no nosotros para ellos, que no legislen para favorecer a quien les contrata y les paga, porque su único jefe deberían ser los ciudadanos, que piensen más en la mayoría social que más necesita los recursos y un poco menos en los que lo tienen todo, aunque estos sean los que les garantizan su trabajo, con alguna puerta giratoria, cuando dejen o les echen de la política.

Ángel Diez de Miguel

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