El dolor de decir adiós es de los que salen del alma. De los que te encogen las entrañas hasta dejarte sin respiración. De los que cierran temporadas y dejan atrás un sinfín de alegrías, dolores y preocupaciones. Decir adiós duele porque certifica que una parte de nuestra vida se queda atrás, esperando en el olvido a que la recordemos y nos riamos con las bromas que hicimos, con las angustias que pasamos, con las alegrías de las victorias y las penas de las derrotas. Duele porque se acaba.

El adiós es el paso a la nostalgia, transitar por la calle Melancolía de los versos perdidos, dejar atrás los besos en cada farola, las noches que te dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos y las tres y así hasta el amanecer. Adiós, como dijo el gran poeta, tiene nombre de drama, es la muerte en persona, no es lo mismo que decir hasta mañana. Adiós es que el cuento se acaba, que hay que poner un punto y final a una historia, firmar sin personas felices ni comer perdices.

El Real Madrid ha dicho adiós el mismo día, entre otros, a su jugador y a su entrenador más laureado de la historia. Al asistente del gol del minuto noveayRamos. Al urdidor de las remontadas desde el centro del campo. Aquel del que nunca veríamos la retirada. Hace cuatro años que empezamos con la broma: “Ahí va Luka 36 años Modrić”. Y año a año nos iba sorprendiendo con sus nuevas juventudes de final de temporada. Con su lealtad adoptando nuevos roles, nuevos salarios, nuevos retos. Se ganaba el cariño de la gente —nosotros hasta llamamos Luka a nuestro nuevo perro— y quiso seguir con nosotros hasta el final. Hasta que el tiempo decidiese el momento del adiós, en el que hasta Florentino sollozaba. En el que nos dijo aquello de que no había que llorar porque se acabase, que había que alegrarse porque había pasado. Porque no se había quedado en el tintero de los futuribles que nunca fueron.

El otro es el de la ceja levantada. Mister Champions. El hombre de la décima, el que cantó el nuevo himno, el que pidió una segunda oportunidad y acabó ganando otras dos Copas de Europa dando la sorpresa a aquellos que le querían retirado. El hombre que revolucionó a un equipo en transición. El amigo de sus jugadores. El que se fumaba un puro en la rúa a los pies de La Diosa Cibeles. El italiano que regalaba chicles a su afición. Ha sido un honor que el hombre tranquilo haya sido nuestro mesías por las remontadas imposibles, los mares intranquilos, las críticas desmedidas y las victorias del último minuto.

Decir adiós es duro porque es poner punto y aparte a las remontadas históricas. A la clase de Carletto, a los pases con el exterior del croata encallecido por una guerra que se le coló en la infancia. Adiós cuando suena devora, cuál si todo fuera la nada. Pero un adiós bien entendido no duele —Jun Carlos Aragón dixit—. Y ahí está Luka 40 años Modric para recordarnos lo bueno de las despedidas. Para enseñarnos que hay que tirar para adelante, que hay que quedarse con lo bonito con la simpleza que lo diría un chaval de 13 años en el antiguo Tuenti después de un post que diga eso de “fumarse la distancia” de los amores de verano: “No llores porque terminó, sonríe porque sucedió”. Pues eso, sonrían todos aquellos que tienen que despedirse de algo. Sonrían porque sucedió.

Paco Cobos Periodista
Un comentario en «El dolor de decir adiós»
  1. No me gusta el fútbol pero sentirte a ti me encanta.
    Te auguro un buen futuro como columnista de un buen periódico.

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