Otra oportunidad tras el Daesh

Una, dos y hasta tres veces se escapó Ismail del Daesh (EI) y no fue hasta esa última vez que lo consiguió. Desde la academia donde estaba obligado a aprender todo lo que el EI quería (incluidos rezos y cómo usar las armas) se las ingenió para volver a su casa en Bartella, al norte de Irak haciendo frontera con Erbil (capital kurda), para recoger a su madre y salir de allí corriendo. Cogieron un taxi y llegaron hasta Mosul donde se estaba
librando la última batalla entre el EI y el gobierno iraquí.

Entre el caos, Ismail y su madre se refugiaron bajo una casa subterránea con una mirilla que las daba visión de la carnicería entre ambos bandos. En ese momento, Ismail se quito la barba (símbolo de pertenencia al grupo terrorista) con el objetivo de nunca más dejar crecer pelos en su mentón. Cuando todo acabó con la victoria del ejército iraquí, Ismail salió antes que su madre con las manos levantadas mientras le apuntaban con casi una
veintena de armas. “No soy del ISIS”, gritaba el chaval de 18 años, pero sus vestimentas no decían lo mismo.Finalmente, le creyeron e Ismail y su madre pudieron volver a su casa pero no a su hogar, eso ya había desaparecido para siempre.

“No puedo ni estudiar ni trabajar”, afirma Ismail. Y es que en Bartella ninguno de sus vecinos se fía de él. Muchos no saben qué pensar y por miedo a que Ismail siga siendo un radical islamista no le dan ninguna oportunidad.

Ciudades cristianas como Bartella y Qaraqosh fueron ciudades de reclutamiento para el EI donde a punta de pistola, reclutaban a jóvenes cristianos para convertirlos al islam. El grupo terrorista creaba academias donde obligaban al rezo cinco veces al día, clases de Corán y cómo manejar armas y explosivos. Incluso acordaban matrimonios para estos jóvenes a los que el EI les robaban la libertad. Ismail aún recuerda cómo a punta de pistola le hicieron jurar que ya no era cristiano y le encerraron en una habitación con otros miembros mientras se reían y le decían que era libre de salir de la estancia pero que si lo hacía, “lo haría con los pies por delante”.

A la tercera fue la vencida y es que el último intento de Ismail por escapar del EI fue la definitiva pero las dos anteriores no tuvieron ese mismo resultado. Castigos físicos y psicológicos por esos intentos previos de escapar. “A la próxima te matamos” sentenciaron los radicales pero Ismail no pensó en el miedo si no en la esperanza cuando lo intentó por tercera vez.

Al igual que otros cristianos que siguen volviendo a las ciudades de Qaraqosh y Bartella para retomar sus vidas dejando el miedo atrás y con la esperanza de volver a reconstruir lo que otros destruyeron, incluidas casas e iglesias. Las dos mayores ciudades cristianas iraquíes están en reconstrucción.

Tan solo la mitad de la población, 250 000 familias de las 500 000 que hubo antes de 2014, se ha atrevido a volver de los campamentos de refugiados en Erbil. La vuelta ha sido impulsada por el simbolismo de esperanza que despierta la llegada de los curas y monjas. La cruz, como galante de victoria, se ha vuelto a imponer en estas ciudades, y las iglesias y catedrales están siendo los primeros edificios en volver a ponerse en pie. “Después de que el ISIS destrozará todas las cruces, tenemos que reconstruir la base de nuestra sociedad en la fe”, explica sor Lika, una dominica que no ha perdido la sonrisa después de todo lo ocurrido.

Por eso, Solidaridad Internacional Trinitaria (SIT) sigue trabajando en estas ciudades, anteriormente lo hizo en los campos de refugiados, para que personas como Ismail sí tengan otra oportunidad y los cristianos iraquíes puedan recuperar todo lo que les arrebataron, no solo sus casas si no también sus hogares.

María Diéguez Fernández

Fotos: Sandra Machado 

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