La duda, eterna pesadilla del hombre

La busca y no encuentra y, cuando huye, ésta la persigue. ¿Qué más tengo que hacer para paliar esta soledad intravenosa? La soledad exterior, la que la piel, es necesaria para comprender la importancia de la soledad interior. De nada nos sirve las mejores compañías cuando el Yo humano, el que siente, no encuentra concordancia con el Yo pensante, el racional. Y, ¿no forman los dos acaso lo mismo? Ante las ciencias empíricas sí, pero hay otro campo epistemológico donde el humano, el hombre que piensa y siente, el que se encuentra escribiendo, el que lee y todo aquel que lleve por bandera la conciencia, se queda en bragas y/o calzoncillos.Se enfrenta el Hombre a una empresa difícil, entender lo inteligible, lo invisible y lo intangible, conceptos que, por sí solos, son productores de dudas. Hay que diferenciar bien tales conceptos para poder guiar dichas dudas y evitar malinterpretaciones de la realidad nuestra que nos rodea.

Empezaré por lo inteligible y lo definiré como todo aquello que no se ha definido, etiquetado ni envasado en nuestra mente o en un documento que de constancia del entendimiento de un objeto. Llamaré objeto a todo aquello que podemos percibir de la realidad. Por lo tanto, cambiantes son los conceptos y objetos inteligibles ya que dependen del avance del conocimiento humano. Si trazamos una línea que represente el tiempo, yo, humano que escribe tal, y tú, humano que lees tal, nos encontramos en el epicentro de la línea temporal, quedando en los extremos de dicha línea lo inteligible. Con esto quiero decir que el pasado y el futuro es lo inteligible degradándose en entendible conforme nos acercamos al presente. Lo que nos queda en el presente es lo visible, que podemos convertirlo a través de los sentidos, la razón y la imaginación en conocimiento entendible, quedando como inteligible lo invisible.

Reformulando el concepto o la idea de invisible, llego a la conclusión de que no debe asociarse a todo aquello que no se puede ver sino a todo aquello que no se puede sentir. Si entendemos así a lo invisible, no cometeríamos el error de definir el olor de una rosa como invisible, cuando en realidad es intangible. Pero esto lo veremos después. Volviendo a la idea de antes, lo invisible se relaciona con el tiempo. Todo lo que no ocurre en el presente es invisible racionalmente hablando pero sí visible para nuestra imaginación.

Llegamos pues a la idea de lo intangible, que se relaciona directamente con lo invisible pero si observamos bien, si cogemos una gran lupa y la posamos donde descansa la realidad, vemos que existe una diferencia abismal. Lo intangible es todo aquello que no podemos sentir, pero sí podemos hablar de ello y/o etiquetarlo bajo conceptos, aún sin entenderlo. Todos sentimos nuestra conciencia, aún de forma inconsciente, pero somos conscientes de nuestra inconsciencia. Lo intangible depende de la razón, lo invisible de los sentidos y lo inteligible de la imaginación.

Diferenciados y asociados tales conceptos me pregunto ahora por la duda. ¿Es necesaria? Sí. Pero un sí fuerte y rotundo ya que la duda envuelve los tres conceptos descritos, y superar la duda es superar los dos Yo, el que siente y el que piensa. Es avanzar epistemológicamente hablando. La duda no es más que una puerta, que si se abre correctamente, da la oportunidad de disfrutar de un paraje de ensueño.

Daniel Ruz Urbano

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