El joven Enrique Paredes Sánchez se estrena en esta casa con Abstención activa, su particular visión del proceso electoral y la democracia.

Este 28 de abril he decidido libremente que no voy a votar. Lo he decidido porque no ha sido algo impulsivo sino una conclusión obtenida tras un análisis de la realidad política en la que nos encontramos. Y es decisión libre ya que tengo esa facultad de pensar y decidir por mí mismo.

Democracia representativa

La democracia que hoy día se propone para España se supone que es representativa. En una democracia así no deciden los ciudadanos sino representantes de estos. La figura del representante es un concepto jurídico mediante el cual una persona capacita a otra (representante) cediéndole una facultad o derecho propios de esa persona.

El voto es el medio por el que, en el caso de una democracia representativa, se cede la facultad de decisión. Yo no voto porque no quiero que nadie decida por mí. Dicho lo cual, al no votar tendré más derecho a quejarme que quien vote.

Sufragio pasivo

Un derecho básico para un ciudadano en democracia es poder presentarse a elección para los cargos públicos. Dado el sistema electoral actual este derecho no está al alcance de todos los ciudadanos. Quien quiera presentarse tendrá que hacerlo en una lista electoral para la cual
deberá reunir un número de personas que depende de los diputados que correspondan a su circunscripción electoral.

También tendrá que reunir mínimo un 1% de firmas del electorado correspondiente a su circunscripción. Quienes no tengan la estructura o recursos necesarios para cumplir esos requisitos estarán limitados del derecho de sufragio pasivo.

Reino de España

Los españoles somos súbditos de un rey en pleno siglo 21. Es absurdo pretender que tenemos derechos ni libertades cuando aún nos mantenemos en la continuación de una dictadura que se traduce en un sistema de alternancia de partidos similar al del reinado de Isabel II.

El Estado que tenemos no ha cambiado desde Franco. Se persigue igual que en un país fascista toda libertad. Se pretende dar derechos que no son más que la regulación de nuestras libertades.

Pedir permiso es imperativo en un régimen donde somos súbditos, donde el Estado es una máquina de control. Por esto yo no voy a legitimar con mi voto a este sistema no democrático.

Partidocracia

No elegimos representantes, elegimos partidos. Votar no implica democracia menos aún cuando las opciones vienen impuestas desde los partidos. Se supone que en una democracia representativa las circunscripciones son cercanas y sensibles a su electorado sin embargo la
realidad es que los partidos son partidos de Estado, no de tu circunscripción.

Son los partidos los que elaboran la lista y los que colocan a criterio de la cúpula del partido a esos posibles “representantes” que no son más que fieles enchufados de un partido que a la hora de la verdad van a votar lo que mande el partido y no lo que mande el electorado. Cuando vas a votar ya está todo decidido.

Yo no voy a ceder mi poder de decisión a nadie para que en mi nombre cumpla las órdenes y deseos del líder de su partido estatalista y no de sus votantes.

Soberanía nacional

Dejando de lado lo poco que me gusta la idea de nación, en nuestro sistema la soberanía no está en la nación sino en el Parlamento que es quien decide realmente. El Parlamento no acata la voluntad de la nación y ni siquiera atiende a su interés. Rousseau se revolvería en su tumba viendo a lo que llamamos democracia.

Separación de poderes

Quien hace la ley la aplica. No están separados los poderes ni siquiera en apariencia ya que los ciudadanos no elegimos al poder ejecutivo sino que el presidente del gobierno se decide por el Parlamento (poder legislativo). Del mismo modo el poder judicial no es independiente porque también depende del Parlamento.

Es decir que no existen garantías de que esta supuesta democracia no se corrompa (y se corrompe). Montesquieu revolviéndose en su tumba.

Mis acciones diarias tienen más valor que mi voto

El 28 de abril será un día más para mí porque no acudiré como un fiel súbdito o un fiel ciudadano a la llamada de mis líderes a apoyar este absurdo. Mis problemas no los va a arreglar un sistema político construido para la continuidad de un régimen estatalista (si viene la república será más de lo mismo).

Mis problemas los arreglaré yo. Mi acción y el uso de mis libertades serán las que impriman cambio en mi realidad. Mi realidad queda lejos de si se independiza Cataluña o de si en Venezuela hay o no dictadura. Mi realidad es el lugar donde vivo, es mi familia, mis amigos, mis estudios, es comer todos los días, no pasar frío, seguir estando sano.

No me importa las tácticas estratégicas de los partidos políticos ni de las
naciones. No me importa la evolución geopolítica ni macroeconómica. Los problemas sociales los resolverá la sociedad y no el estado por imposición.

Hablar de ir a votar como una obligación es una aberración ya que el derecho a voto es individual, es el propio individuo el que decide si lo ejerce. Si estás obligado a ejercer el voto no es un derecho. La mayoría de mis problemas surgen del afán de poder, de ejercer autoridad, de organizar con imposición. Mi voto es mi trabajo, mi estudio, mi compra, mi actividad… Ahí es donde está mi poder de decisión y mi responsabilidad. Nunca será mi responsabilidad legitimar este sistema.

Enrique Paredes Sánchez

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